martes, 17 de diciembre de 2013

Carta abierta de GD a la CEE


Carta abierta de Germinis Dei a la
conferencia episcopal española:

 
Desde las cruzadas hasta el franquismo, pasando por la santa inquisición, ¿qué moralidad habéis demostrado tener vosotros, a lo largo de la historia, para pretender venir ahora a decirnos que una consulta popular sería inmoral? Inmorales sois vosotros; y pecadores. Lleváis toda la existencia dando la espalda al único Dios verdadero para ir tras un falso dios que os habéis inventado. Una falsa idea de Dios que os ha llevado a construir verdaderos castillos en el aire, faltos de cimientos. Y, encima, a su carencia de base la habéis querido llamar “piedra de fundamento”, cuando, en realidad, ha resultado ser vuestro mayor tropiezo; porque así como fallasteis con Dios, tampoco acertasteis con Cristo: aún a siglo XXI no habéis entendido nada. Dice la Escritura que “vuestro pacto con la muerte será abolido, y vuestro contrato con el reino de los muertos quedará sin valor”, (Isaías, 28:18) con lo cual ya se os advertía que no existe ninguna vida después de la muerte, y que vuestro malogrado concepto de “fe” siempre se sostuvo sobre un pecaminoso supuesto. Y es que también se os pasó por alto que quien acusa en la Tierra a los hombres, en nombre de Dios, es el diablo. (Apocalipsis, 12:10) Con lo cual tampoco supisteis entender que cada vez que os oponías al progreso y a la evolución de la humanidad, nuevamente volvíais a crucificar a Cristo; por eso estaba escrito: “todo cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”. (Mateo, 25:40)
Por supuesto que para poder alcanzar todos estos conocimientos y llegar a sacar tales conclusiones, era necesario estar agraciado con una mayor capacidad “espiritual”; y esto es: más intelecto. Y vosotros seguís padeciendo aún los síntomas del primer hombre, Adán, al que se le prohibió explícitamente que se “alimentara” del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, porque, si lo hacía, la iba a cagar; y comisteis y la cagasteis y nos jodisteis a todos. Porque, como dice Pablo, al que por supuesto tampoco habéis entendido, hay un Adán primero y un Adán segundo: “El primer hombre, Adán, fue hecho alma viviente; el último Adán, espíritu vivificante. Sin embargo, lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual”. (1 Corintios, 15:45-46) De lo que se concluye que nuestra evolución consta de una primera humanidad, compuesta de inconscientes monos parlanchines, y de una segunda humanidad, en nuestro último milenio de evolución, formada por humanos, también mamíferos, pero ya con conocimiento; ¿os suena de algo el nombre de “Emmanuel”? Hay, pues, un hombre primero, Adán, y un hombre segundo: la promesa hecha a Abraham por mediación de su descendencia; lo cual ya apuntaba hacía el hombre futuro que habría de llegar a formarse a base de evolución. Y ese era vuestro incomprendido Cristo, del que estaba escrito que resucitaría al tercer día; cierto. Pero, como dice Pedro en su epístola segunda: “no olvidéis que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.” (2 Pedro, 3:8) Con lo cual, ese tercer día se habría consumado al tercer milenio, y su resurrección consistiría en un resurgimiento generacional; una nueva humanidad: el verdadero pueblo elegido. Pablo ya os advirtió que: “y si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no sirve de nada: todavía seguís en vuestros pecados. En este caso también están perdidos los que murieron creyendo en Cristo.” (1 Corintios, 15:17-18) Pero tampoco supisteis entender.
Y estando así las cosas, permitidme haceros esta aclaración: vosotros no tenéis ninguna autoridad institucional, civil o, ni mucho menos, moral, para venir ahora a juzgarnos o adoctrinarnos después de todo lo vivido. Revisad la historia, examinaos a vosotros mismos, y escondeos bajo las piedras de vuestra derruida Babilonia. Como dice la Escritura: “de todo esto no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada”. (Mateo, 24:2) Y en otro lugar: “y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no conociste el tiempo en que eras visitada.” (Lucas, 19:44) Felicidades, pues, porque vuestro esperado Mesías ya está en el mundo. Sea esta la verdadera navidad de nuestra historia, y que empiece el juicio final: Porque él dice en las Escrituras: “En el momento oportuno te he escuchado; en el día de la salvación te he ayudado.” Ahora es el momento oportuno. ¡Ahora es el día de la salvación! (2 Corintios, 6:1-2)
Sé que atribuiréis mis palabras a la crisis de valores que padece la sociedad actual. Con lo que, una vez más, sólo estaréis demostrando vuestra incapacidad a saber interpretar los signos de los tiempos. Crisis de valores la hubo siempre; precisamente a ella os debéis vosotros. ¿O acaso la promesa no consistía en que cuando se alcanzaran los verdaderos valores ya no habría lugar para la religión?

 

martes, 10 de diciembre de 2013

Conclusión.


Conclusión.

 
Se acaba 2013, y con él daré por finalizada la labor de este bloc, “Lo que era desde el principio”, concebido para reseñar en las redes sociales el año 2013 como “año de la revelación”. Un bloc que ha seguido los mismos pasos que mi libro “Los 7 truenos del Apocalipsis”, publicado a finales de 2011, y que tampoco consiguió cuajar entre la opinión pública, pese a su relanzamiento en diciembre de 2012 aprovechando el tirón del “fin del mundo” Maya, y de su posterior presentación a los medios en verano de 2013.
Y es que todo parece indicar que pretender ir más allá de lo establecido no gusta ni a unos ni a otros. Pregonar un “posateísmo” capaz de superar ampliamente los argumentos del ateísmo, ridiculizando a su vez a la religión, viene a ser una posición demasiado innovadora pese a estar adentrados ya en el siglo XXI. Todo sigue apuntando a que ni los creyentes están dispuestos a cambiar su concepción de “Dios” en favor del hombre, ni los ateos a aceptar que las Escrituras puedan contener un mensaje de futuro para la humanidad. Y, los unos por los otros, puta involución. Pero lo cierto es que me ha sorprendido bastante más el hermetismo ateísta, en donde supuestamente deberían hallarse los “librepensadores”, que la propia ortodoxia implícita en la religión, de la que uno ya no tiende a esperar nada.
Pese a todo, insistiré una vez más en mis conclusiones a modo de resumen:
Las Escrituras sólo pretenden reflejar el proceso evolutivo de la humanidad, haciendo un especial hincapié en el momento en que ya surge un hombre distinto, capaz de establecer una nueva humanidad basada en el conocimiento de su naturaleza y regida por su sentido común. Un segundo hombre, superior al primer hombre, superior a “Adán”, al cual le debe su existencia. El proceso natural es inconmovible, y así como todo adulto procede de una infancia previa, también este segundo hombre superior procede de un anterior hombre lerdo. Un primer hombre lleno de defectos: ignorante, violento, sanguinario, más pícaro que inteligente y abstraído por lo absurdo. Tal sería la infancia de “Cristo”. Pues sólo cuando entendemos a “Cristo” como el producto final de nuestra evolución, “el Hijo del hombre”, es cuando todo lo escrito en la Biblia empieza a adquirir verdadero sentido.

¡Gloria al hombre y la natura por los siglos de los siglos!

lunes, 2 de diciembre de 2013

Rebeldes.


Rebeldes.

 
Que todos los seres humanos tengamos los mismos derechos no significa que todos seamos iguales; pues, por naturaleza, siempre los habrá más agraciados unos que otros. De no ser así, sólo existirían los partidos cristianodemócratas, dado que todos estaríamos dispuestos a compartir su habitual apología de la sumisión; pues impedir la libertad del individuo en nombre de las instituciones, creencias, gobiernos o naciones, sólo es una muestra más de su inherente apología de la sumisión. Y no todos somos así, porque el espíritu de Cristo no es así, sino todo lo contrario. También por naturaleza, resulta que Cristo es anarquista, y que los anarquistas sólo son capaces de hacer las cosas por convicción; no por sumisión. Las únicas “cosas” que un anarquista es capaz de comprender que “son así”, son las sujetas a las leyes universales establecidas por la misma natura que, curiosamente, rige todo el universo; tales son las “realidades inconmovibles” a las que se refiere Pablo en sus cartas. Las cosas son como son y son lo que son, y nosotros somos como somos y somos lo que somos, y por ello permanecemos sujetos a las leyes de la natura. Y, nos guste o no, nos parezca bien o no, o queramos o no, ésta sí es una realidad inconmovible.
El ser humano está sujeto a una serie de necesidades biológicas, o fisiológicas si lo preferís, que debe respetar para preservar la supervivencia y, a partir de ahí, no hay otra obligación; que se sepa. De manera que todos los juegos creados por el chimpanloro, tocando a las leyes del sometimiento, se alejan sobremanera del libre albedrío que la natura quiso disponer para el hombre. La fase de mono pensador nos ha resultado más perjudicial que ventajosa. Basta con revisar nuestra impresentable historia, y nuestro no menos presentable presente, para comprender que el comportamiento humano a lo largo de toda la evolución ha sido detestable. Un asustadizo ser humano de pocas luces, pobre de espíritu y falto de entendimiento, predispuesto a someterse a las más burdas y absurdas imposiciones propugnadas por otros humanos tan ineptos como él mismo. Cierto que, en numerosas ocasiones, el puro instinto de supervivencia debió doblegar muchas voluntades, cediendo, aún conscientemente, a la grotesca sumisión. Y el temor a poder ser declarado insumiso a los sometimientos creados por el propio hombre, acabó provocando que el hombre cometiera el más grande acto de insumisión de todos los tiempos: renegar de su propia naturaleza, rebelándose contra las realidades inconmovibles. Puta serpiente.
Dice la Escritura, refiriéndose a Adán y Eva: “los dos estaban desnudos y no se avergonzaban”. (Génesis, 2:25) No saber, no es ninguna vergüenza. Nuestra ignorancia supera, todavía con creces, todos nuestros conocimientos. Pretender saber ya; fingir conocer ya; ésta ha sido la conducta más dañina de todos los tiempos; y persiste. Sabemos lo que sabemos y hasta donde sabemos; presuponer, ha sido el mayor pecado del hombre. Presuponer, ha sido, y sigue siendo, el gran pecado del mundo: Rebelarse contra la natura; rebelarse contra la vida; ofrecer alternativas ilusorias a las realidades inconmovibles: falsas paternidades, falsas maternidades, falsas hermandades, eternas vidas de ultratumba, y agravándolo aún todo con un inhumano sometimiento a lo absurdo, derivado de haberse creado una falsa idea de “Dios”, y olvidándose del único “Dios” verdadero; del “Dios” que por ellos sufrió dolores de parto. Olvidándose del hombre; el único y verdadero “Dios” bíblico. Por eso está escrito: “La piedra que los constructores habían rechazado, ha acabado siendo piedra angular”.
Todo tiene sentido cuando sabemos de qué estamos hablando.
 La serpiente, que era la más astuta de todos los animales salvajes que Dios el Señor había creado, preguntó a la mujer: – ¿Así que Dios os ha dicho que no comáis del fruto de ningún árbol del jardín?
La mujer le contestó: –Podemos comer del fruto de cualquier árbol, menos del árbol que está en medio del jardín. Dios nos ha dicho que no debemos comer ni tocar el fruto de ese árbol, porque si lo hacemos, moriremos.
Pero la serpiente dijo a la mujer: –No es cierto. No moriréis. Dios sabe muy bien que cuando comáis del fruto de ese árbol podréis saber lo que es bueno y lo que es malo, y que entonces seréis como Dios.
La mujer vio que el fruto del árbol era hermoso, y le dieron ganas de comerlo y de llegar a tener entendimiento. Así que tomó uno de los frutos y se lo comió. Luego le dio a su esposo, y él también comió. En aquel momento se les abrieron los ojos, y los dos se dieron cuenta de que estaban desnudos. Entonces cosieron hojas de higuera y se cubrieron con ellas.” (Génesis, 3:1-7) 

ESOTERISMO. Tal era el puto nombre del árbol de las jodidas “manzanas”. Podéis alimentar vuestro conocimiento con toda clase de ciencias, pero las ciencias ocultas ni las toquéis, porque si lo hacéis, moriréis.
No, no, quevá dijo la serpiente. No moriréis, al contrario, sabréis que existe un alma que sobrevive a la muerte y que perdura en otro plano existencial, y también conoceréis en qué consiste la reencarnación; de suerte que, a lo mejor, llegáis a descubrir que en otra vida anterior habías sido una sanguijuela. Seréis como Dios, capaces de distinguir el bien del mal, y así podréis alejaros de los deseos de la carne para dedicaros a la pureza del espíritu.
Sabemos que el mundo entero se encuentra bajo el poder del Maligno”, dice Juan. Religión, más allá, esoterismo, ciencias ocultas, parapsicología, etc. son los síntomas más evidentes de este “pecado del mundo”. Y está escrito que el “Cordero de Dios” es quien quita dicho pecado. Y ahora decidme: ¿no empezáis a sentir la presencia de Cristo en vosotros?

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Anticristo.


Anticristo.

 
Las Escrituras dan testimonio de un malévolo e incomprendido “Dios” bíblico en el AT, y del nada mejor comprendido “Hijo del hombre” en el NT, que a su vez se declara hijo de ese “Dios”. Y por una simple regla de tres, si quien se declara hijo de Dios se reconoce a sí mismo como el Hijo del hombre, ya no queda más opción que deducir que ese sanguinario y violento personaje del AT, al que se le atribuye el nombre de “Dios”, sencillamente se limita a reflejar las barbaridades que el hombre ha sido capaz de cometer a lo largo de la historia. Con lo cual, la promesa hecha a Abraham sólo implicaría que, a través de su propia descendencia (evolución), algún día llegaría a existir un hombre distinto.
Y toda la historia de la humanidad ha estado girando en torno a esa esperanza. Una esperanza tan incomprendida como todo lo demás, al presuponer que ese hombre distinto sería un solo hombre en concreto, en lugar de una nueva generación ya distinta de hombres; por otro lado: ¿cómo podría un solo hombre componer un pueblo elegido? Dice la Escritura: “Una voz llega de la ciudad, un clamor sale del templo, es la voz del Señor que da a sus enemigos la paga que se merecen. “Jerusalén ha dado a luz antes de sentir los dolores del parto. ¿Quién ha oído algo parecido? ¿Quién ha visto algo semejante? ¿Nace una nación en un solo día? ¿Nace un pueblo en un momento? Pero cuando Sión comenzó a sentir los dolores, en seguida dio a luz a sus hijos. Dice el Señor, tu Dios: «Si soy yo quien abre paso al niño, ¿voy a impedir que nazca? Soy yo quien le hace nacer: no voy a privarle de ver la luz.»” (Isaías, 66:6-9)
Y este nuevo hombre lleva años revoloteando por la humanidad al son de la utopía. El espíritu de Cristo está presente en pacifistas y ecologistas, en ateos, laicistas y progresistas, y en todo movimiento que propugne las libertades del individuo, pregonando la paz haciendo el amor y no la guerra. Pues no proviene de las putrefactas “aguas estancadas” que han estado gobernando el mundo, sino que emana directamente de nuestra “corriente de aguas vivas”, con su vertiginoso progreso y evolución. “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. No os dejéis llevar por diversas doctrinas extrañas, porque buena cosa es afirmar el corazón en la gracia, no en alimentos, que nunca aprovecharon a quienes se ocupaban de ellos.” (Hebreos, 13:8)
De manera que antes de llamar “Perroflauta” a cualquier hijo de vecino, pensad en aquél a quien se lo estáis diciendo. Y que el mismo Dios que dijo “sea la luz” se encienda ahora en vuestros corazones, para que así lleguéis a comprender el verdadero mensaje de las Escrituras y renunciéis a vuestra atávica y sistemática conducta Anticristo.

viernes, 22 de noviembre de 2013

El "más acá".


El “más acá”.

 
No hay nada después de la muerte. Y lo único que hay, depende totalmente del futuro de la vida en la Tierra; tal es la realidad. No existe ningún “más allá”, y este “más acá” desmoraliza. Las instituciones deberían estar al servicio del pueblo, en vez de tenerlo sometido a esclavitud bajo el consabido pretexto de los deberes y obligaciones para con ellas. Estamos padeciendo una sospechosa regresión en nuestros logros sociales que viene a demostrar que el estancamiento de las instituciones sólo conlleva involución. Ser democráticamente permisivos, tolerantes y respetuosos ha acabado convirtiéndonos en una especie de mojigatos en vías de extinción. Pues, si con el ingreso mensual de dos nóminas no se logra sacar una familia adelante, lo que está fallando ya no somos nosotros. A penas hace cuatro décadas que con una sola fuente de ingresos era posible establecerse; entonces las esposas se quedaban en casa para dedicarse a lo que quisieron llamarle “sus labores”. Y una década más tarde empezaron a integrarse en el mercado laboral, resultando de esa nueva fuente de ingresos la posibilidad de adquirir una segunda residencia para las vacaciones, o disponer de una asistenta en casa porque “la señora trabajaba”. Y estando las cosas así dispuestas, ¿cómo hemos podido acabar de esta manera?
Llevamos un retraso de cuarenta años. Cuarenta años que podrían declararse desiertos por no haber sabido evolucionar en condiciones. Mayo del 68 cambió muchas cosas, pero sólo de puertas para adentro, mientras que la calle sigue regida por un sistema social, caprichosamente enquistado en aras de unos intereses económicos que, a siglo XXI, ya no sólo resultan incomprensibles, sino que andan rozando el absurdo, la incongruencia y la inmoralidad. Un sistema social, por otro lado absolutamente prescindible, al que, por “loco conocido”, la gente teme abandonar ante la inseguridad que siempre genera el “sabio por conocer”. Y gracias a la trepidante acción de las religiones, el mensaje de revelación de futuro que nos habían dejado escrito para cuando llegara este momento, incomprensiblemente lo reconvirtieron en fundamento para la adoración y la sumisión, y así nos han estado mareando durante estos últimos seis mil años.
Pero el tiempo de Adán, la primera versión de hombre, está tocando a su fin. Entre el mono y el Hombre era necesario rebasar la etapa del “chimpanloro”, y, superada ésta, la mentalidad de aquello que estamos predestinados a llegar a ser empieza a manifestarse en nosotros, que ya comenzamos a sentirnos como extranjeros en nuestra propia tierra. El estancamiento del sistema ha provocado que vivamos en una sociedad totalmente desacorde a nuestro tiempo, de suerte que quienes desde mayo del 68 supimos seguir evolucionando, aun confinados en la república independiente de nuestra casa, bien podríamos afirmar ahora que nosotros ya no pertenecemos a este mundo; a este caótico infierno del “sálvese quien pueda” y del “mariquita el último”. Nos sentimos como adolescentes obligados a permanecer de por vida en el parvulario. Y esto cansa y aburre. Y ya no queremos seguir jugando siempre a lo mismo. Tenemos más altas inquietudes y más altos conceptos. Tenemos sed de conocimientos y ansia de evolución. Y ¿quién podrá detener al hermano mayor, en una tierra sin padres, cuando decida independizarse?

Yo les he comunicado tu palabra; pero el mundo los odia porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los protejas del mal. Así como yo no soy del mundo, tampoco ellos son del mundo. Conságralos a ti por medio de la verdad: tu palabra es la verdad. Como me enviaste a mí al mundo, así yo los envío. Y por causa de ellos me consagro a mí mismo, para que también ellos sean consagrados por medio de la verdad.
No te ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí al oír el mensaje de ellos.
Les he dado la misma gloria que tú me diste, para que sean una sola cosa como tú y yo somos una sola cosa: yo en ellos y tú en mí, para que lleguen a ser perfectamente uno y así el mundo sepa que tú me enviaste y que los amas como me amas a mí.
 Padre justo, los que son del mundo no te conocen; pero yo te conozco, y estos también saben que tú me enviaste. Les he dado a conocer quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor que me tienes esté en ellos, y yo mismo esté en ellos.
(Juan, 17:14-20, 22-23 y 25-26)

Chimpanloro el que no lo entienda.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

2013, año de la revelación.


2013, año de la revelación.

 
El próximo 24 de noviembre termina lo que los cristianos han querido denominar “AÑO DE LA FE 2012-2013”; estrafalario año de 411 días, comprendidos entre el 11 de octubre de 2012 y el 24 de noviembre del presente. Y este bloc solamente ha pretendido ser una especie de antídoto ante una inusual, descomedida y absurda tentativa de agitar a una sociedad, demasiado cansada ya de toda índole de fraudes, como para venir ahora removiendo con pestilencia un vómito que, a siglo XXI, todos creíamos obsoleto.
Un año de la fe que nos ha pillado un poco creciditos como para seguir insistiendo en esas fábulas ingeniosamente tramadas, que ya nos comentaba Pedro en su epístola segunda, y que difícilmente puedan seguir asustando a nadie: “Os dimos la enseñanza acerca del poder y el regreso de nuestro Señor Jesucristo, no basándonos en fábulas ingeniosamente tramadas, sino tras haber  contemplado su grandeza con nuestros propios ojos.” (2 Pedro, 1:16) El miedo, pues, ha dejado de ser la mejor opción para educar a una sociedad que ya no se asusta de nada.  Y, parafraseando a Pablo, diríamos que “Mientras el heredero es niño, no se diferencia en nada de un esclavo de la familia, aunque en realidad sea el dueño de todo. Hay personas que cuidan de él y que se encargan de sus asuntos hasta el tiempo señalado por el padre. Lo mismo pasa con nosotros: durante nuestra niñez, estábamos, por así decirlo, sometidos a los poderes que dominan este mundo. Pero cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, sometido a la ley de Moisés, para dar libertad a los que estábamos bajo esa ley, para que Dios nos recibiera como a hijos. Y para mostrar que ya somos sus hijos, Dios envió el Espíritu de su Hijo a nuestro corazón; y el Espíritu grita: “¡Abbá! ¡Padre!”. Así pues, tú ya no eres esclavo, sino hijo de Dios; y por ser su hijo, es voluntad de Dios que seas también su heredero.” (Gálatas, 4:1-7)
Y la humanidad ha superado ya su niñez; al menos en occidente. La sociedad del siglo XXI tiene hambre y sed de conocimientos, y no de rituales surgidos del simple y llano desconocimiento; eso ya no convence a nadie. O peor aún: sólo puede convencer a los todavía nadie. Pues ya no se trata de una cuestión de fe, ni de mayor o menor espiritualidad, sino de estricta comprensión de lectura. O ¿de cuántas maneras pueden interpretarse estas palabras de Pablo?: “Dios nos resucitó juntamente con Cristo Jesús y nos hizo sentar con él en el cielo. Hizo esto para mostrar en los tiempos futuros el gran amor que nos profesa y su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Pues por la bondad de Dios habéis recibido la salvación por medio de la fe. No es esto algo que vosotros mismos hayáis conseguido, sino que os lo ha dado Dios. No es el resultado de las propias acciones, de modo que nadie puede jactarse de nada; pues Dios es quien nos ha hecho, quien nos ha creado en Cristo Jesús para que hagamos buenas obras, según lo que había dispuesto de antemano. (Efesios, 2:6-10)
¿Habla esto en favor de alguna religión: “No es esto algo que vosotros mismos hayáis conseguido” ni “es el resultado de las propias acciones, de modo que nadie puede jactarse de nada?
Recordad las palabras de Pedro: “Esos maestros son como pozos sin agua, como nubes llevadas por el viento; están condenados a pasar la eternidad en la más negra oscuridad. Dicen cosas altisonantes y vacías, y con vicios y deseos humanos seducen a quienes a duras penas logran escapar de los que viven en el error. Les prometen libertad, siendo ellos mismos esclavos de corrupción, porque todo hombre es esclavo de aquel por quien se deja dominar.  Pues los que han conocido al Señor y Salvador Jesucristo, y han escapado así de las impurezas del mundo, si otra vez se dejan enredar y dominar por ellas, quedan peor que antes. Más les habría valido no conocer el camino recto que, después de haberlo conocido, apartarse del santo mandamiento que les fue dado. En ellos se ha cumplido la verdad de aquel dicho: “El perro vuelve a su vómito”, y de este otro: “La puerca recién bañada vuelve a revolcarse en el lodo.” (2 Pedro, 2:17-22)

Una vez más: sólo existe una explicación para que ellos puedan hablar en pasado de lo que a nosotros todavía nos depara el futuro: que ya hayan pasado por todo esto antes que nosotros, en una anterior generación de Hombres surgida de la Tierra. Como dice la Escritura: “Lo que fue, eso será, y lo que se hizo, eso se hará; no hay nada nuevo bajo el sol. ¿Hay algo de que se pueda decir: Mira, esto es nuevo? Ya existía en los siglos que nos precedieron.” “Lo que es, ya ha sido, y lo que será, ya fue, y Dios busca lo que ha pasado.” (Eclesiastés, 1:9-10 y 3:15)

Después torné yo a mirar para ver la sabiduría y los desvaríos y la necedad; porque ¿qué podrá hacer el hombre que venga después del rey, sino lo que ya ha sido hecho?” (Eclesiastés, 2:12)

 

jueves, 14 de noviembre de 2013

Dios.


Dios.

 
Dice la Escritura: Vienen días, declara el Señor, en que sembraré la casa de Israel y la casa de Judá de simiente de hombre y de simiente de animal. Y como velé sobre ellos para arrancar y para derribar, para derrocar, para destruir y para traer calamidad, así velaré sobre ellos para edificar y para plantar, declara el Señor.” (Jeremías, 31: 27-28)
Veamos: El versículo 28 denota claramente un antes y un después; “como velé sobre ellos para arrancar y para derribar, para derrocar, para destruir y para traer calamidad, así velaré sobre ellos para edificar y para plantar”. ¿Podría deducirse, de esto, que ha existido un “Dios” malo antes de llegar al “Dios” bueno? ¿Podría entenderse que una primera versión de “Dios”, o que la primera forma de entender a “Dios” por parte del ser humano, más que para edificar y plantar, sólo ha servido para destruir y traer calamidad? ¿Podríamos plantear, en tal caso, que el supuesto “Dios” de la religión pudiera ser el verdadero “Demonio” bíblico?
Veamos: El versículo 28 denota claramente un antes y un después; y, curiosamente, viene precedido de un versículo 27 que trata de asentar el momento en que esto va a producirse: Vienen días, declara el Señor, en que sembraré la casa de Israel y la casa de Judá de simiente de hombre y de simiente de animal.” Otra clave: ¿Qué significa “de simiente de hombre y de simiente de animal”? Podría interpretarse que “Dios” es el creador de todos los animales de la tierra. Lo cual es rigurosamente cierto cuando nos referimos a la natura, la gran creadora. Pero, ¿qué dice el versículo? Pues dice: “declara el Señor”, y éste, una vez más, no es la natura sino el Hombre. Y ¿cómo entender, pues, que el Hombre pueda sembrar simiente de hombre y simiente de animal? Recordemos las palabras de Isaías: “El orgullo del hombre será humillado, la arrogancia humana será abatida, y sólo el Señor será exaltado en aquel día,” (Isaías, 2:18) Isaías nos está diciendo que, bíblicamente hablando, el ser humano sigue recibiendo el trato de simple animal. Y sólo cuando somos capaces de rebajarnos hasta tal realidad, es cuando podemos empezar a entender los pasajes de la creación, el diluvio, o de un largo etcétera.
Simiente de hombre y simiente de animal”. Todos los seres humanos proceden de la misma simiente, pero por una simple cuestión de recombinaciones cromosomáticas, dos tercios de la población del mundo están condenados a quedarse en “chimpanloro”, mientras que el otro tercio seguirá su camino hacia el Hombre, conformando el ADN de “Cristo”. Tal es la realidad. Y sólo a partir del conocimiento de dicha realidad, será cuando podrá devenir el otro “Dios” postrero, “para edificar y plantar”; el “Dios” bueno.
Dice el Evangelio: “Lo mismo sucedió en los tiempos de Lot: la gente bebía y comía, compraba y vendía, sembraba y construía; pero cuando Lot salió de la ciudad de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre y todos murieron. Así será el día en que se manifieste el Hijo del hombre”. (Lucas, 17:28-30) Y ¿por qué habría de llover del cielo fuego y azufre, el día que se manifieste el Hijo del hombre? Pues, porque para el Hijo del hombre ya no hay misterios, y sabe que ese supuesto “cielo” de la religión, emanado de su contrato con el reino de los muertos, sólo puede ser el infierno bíblico, a cuyos demonios han estado adorando como si fuesen “Dios”.
¿Por qué dice la Escritura: “El Dios Santo, luz de Israel, se convertirá en llama de fuego, y en un día quemará y destruirá todos los espinos y matorrales que hay en el país.”? (Isaías, 10:14)
O ¿por qué nos recuerda Pablo que: “quienes comen la carne de las víctimas del sacrificio están en comunión con el altar. Con esto no quiero decir que la carne sacrificada a los ídolos, o los mismos ídolos, tengan valor alguno. Lo que digo es que estos sacrificios no los ofrecen a Dios, sino a los demonios. Y yo no quiero que vosotros tengáis comunión con los demonios. No podéis beber de la copa del Señor y, a la vez, de la copa de los demonios; ni podéis participar de la mesa del Señor y, a la vez, de la mesa de los demonios.”? (1 Corintios, 10:18-21)
Y Juan: “Sabemos que todo el que ha nacido de Dios, no comete pecado, porque el Engendrado de Dios le protege y el Maligno no le toca. Sabemos que somos de Dios, pero que el mundo entero se encuentra bajo el poder del Maligno. También sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado el entendimiento que nos permite conocer al Verdadero. Y nosotros estamos en el Verdadero, en su Hijo, Jesucristo. Éste es el Dios Verdadero y la vida eterna.
Hijitos, guardaos de los ídolos.” (1ª Juan, 5:18-21)

Y una cosa más: ¿cómo podía asegurar Juan, dos milenios atrás, “que el mundo entero se encuentra bajo el poder del Maligno”? ¿Qué se sabía del mundo entero, hace dos mil años?

 

lunes, 11 de noviembre de 2013

Amar al prójimo.


Amar al prójimo.

 
Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y ama a tu prójimo como a ti mismo. (Lucas, 10:27) Clave de claves es este versículo, y mucho más sencillo de lo que pueda parecer si acertamos en los conceptos. Bíblicamente hablando, “Dios” es sinónimo de creador. Ya he dicho en repetidas ocasiones que no hay más “Dios” que la natura ni más “Señor” que el Hombre, concediéndole a la natura la condición de gran creadora. En términos generales, todos somos hijos de la natura, pero también lo somos del hombre, en particular, gracias a su voluntad creadora. Está escrito en Génesis: “Adán volvió a unirse con su esposa, que tuvo un hijo al que llamó Set, pues dijo:Dios me ha dado otro hijo en lugar de Abel, al que Caín mató.” También Set tuvo un hijo, al que llamó Enós. Desde entonces se comenzó a invocar el nombre del Señor.” (Génesis, 4:25-26) De manera que, como entonces, una vez entendida la creación, debemos también empezar a invocar el nombre del Señor. “Dios” es la natura, y “Señor” el hombre con voluntad creadora. ¿Qué deducimos, pues, de todo esto? Que la frase “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y ama a tu prójimo como a ti mismo”, sencillamente debe entenderse como: “ama a tu ascendencia, y ama a tu descendencia como a ti mismo”. “Ama al Señor tu Dios”, es ama a tu creador: tu árbol genealógico. Y “ama a tu prójimo como a ti mismo”, es ama a las generaciones venideras que todavía nos separan de “Cristo”, que será el último eslabón de nuestra cadena evolutiva. No olvidéis que “el más pequeño entre vosotros, ése será el más grande.” (Lucas, 9:48) Pura evolución.
Y es que mi amor al prójimo no solamente quiere para él lo que deseo para mí, sino que también pueda llegar a vivir plenamente en lo que para mí siempre ha sido un deseo; pues nuestra herencia no debe consistir en una transmisión de deseos, sino en una serie de realidades que le faciliten una vida en donde ya no tenga que soportar los mismos sufrimientos y calamidades que hemos padecido nosotros. Como dice Pablo: “En todo damos muestras de que somos siervos de Dios, soportando con mucha paciencia los sufrimientos, las necesidades, las estrecheces, los azotes, las prisiones, los alborotos, el trabajo duro, los desvelos y el hambre. También lo demostramos por la pureza de nuestra vida, por nuestro conocimiento de la verdad, por nuestra tolerancia y bondad, por la presencia del Espíritu Santo en nosotros, por nuestro amor sincero, por nuestro mensaje de verdad y por el poder de Dios en nosotros. Nos servimos de las armas de la rectitud, tanto para el ataque como para la defensa. Unas veces se nos honra y otras se nos ofende. Unas veces se habla bien de nosotros y otras se habla mal. Nos tratan como a mentirosos, pese a que decimos la verdad. Nos tratan como a desconocidos, pese a que somos bien conocidos. Nos tienen por moribundos, pero seguimos viviendo; nos reprimen, pero no nos debilitan. Parecemos tristes, pero siempre estamos contentos; nos tienen por miserables, pero hemos enriquecido a muchos; sin tener nada, somos dueños de todo.” (2 Corintios, 6:4-10)
Sin tener nada, podemos ser dueños de todo: llegó el momento de establecer el reino de Dios. Sea este vuestro amor al prójimo.

jueves, 7 de noviembre de 2013

El pecado del mundo.


El pecado del mundo.


Suponer que existe una vida después de la muerte, para poder así dar sentido a unos textos bíblicos que escapaban a nuestra comprensión, ha sido, y sigue siendo, el “pecado del mundo”; y su consecuencia, no haber sabido darle a la vida la importancia que se merece. Y dándole la vuelta al concepto, resulta que cuando sabemos darle a la vida la importancia que se merece, es cuando los textos bíblicos empiezan a adquirir sentido. “Dios no es Dios de muertos, sino de vivos”, dice la Escritura. Y me viene ahora a la mente la frase de Robert Heinlein: “La religión es como buscar, a medianoche y en un sótano oscuro,  a un gato negro que no está ahí”; de lo que bien podemos deducir que tampoco había ya ningún misterio para él.
Una vez más: “Dios no es Dios de muertos, sino de vivos”, no significa que exista una vida después de la muerte, sino que, sencillamente, en todo momento las Escrituras se están refiriendo a los vivos. Y, al analizar la frase con conocimiento de causa, podemos comprobar que lo que nos están afirmando es, precisamente, que no hay vida después de la muerte: “Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos están vivos.
Que la frase, en cuestión, venga precedida del planteamiento: “Hasta el mismo Moisés, en el pasaje de la zarza ardiendo, nos hace saber que los muertos resucitan. Allí dice que el Señor es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. ¡Y Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos están vivos!” (Lucas, 20:37-38) No justifica, en sí misma, que debamos entender que existe otra vida después de la muerte. Si ahora yo os dijera: “estamos hablando del Dios de vuestros abuelos, de vuestros bisabuelos y de vuestros tatarabuelos, y aunque ellos estén ya muertos, si vosotros estáis leyendo esto, para mí todos siguen vivos”, ¿os estaría haciendo saber que los muertos resucitan?
La humanidad siempre ha intuido que tenía que haber algo más, y casi ha querido considerarlo como un hecho indiscutible. Pero que hasta ahora no hayamos sido capaces de entender en qué consistía ese “algo más”, también es un hecho indiscutible. Por otro lado, la opción atea del “pues entonces no hay nada”, sólo es aceptable contrapuesta a la religión, pero no así a la vida. Desde luego que no hay nada en lo que las religiones nos han estado vendiendo, pero eso no significa que no pueda existir otra explicación. Que al morir no vaya a quedar nada de nosotros, sólo es cierto si omitimos a la descendencia. Y el gran misterio de la vida consistía en entender que si dejamos descendencia, ya no es tan solo que quede algo de nosotros al morir, sino que en ese algo seguimos avanzando hacia “Cristo”, el hombre futuro, a través de una cadena de ADN que todavía seguimos construyendo a base de evolución.

lunes, 4 de noviembre de 2013

El pecado original.


El pecado original.
  

Bíblicamente hablando, “pecado” es sinónimo de defecto. De manera que nuestros defectos son nuestros pecados, el pecado del mundo es el gran defecto del mundo, y el pecado original es el defecto que el ser humano padece, en origen, a consecuencia de su simbiosis evolutiva. Empezamos siendo meros monos parlanchines predestinados a alcanzar lo que bíblicamente se entiende como “Hombre”, pero éste sólo empieza a dar síntomas de su existencia a partir del último milenio de evolución. Hasta entonces, hasta ahora, el ser humano no ha pasado de ser una especie de “chimpanloro” engreído, capaz de armar las más absurdas controversias por dondequiera que haya dejado su huella. Dice la Escritura: “El orgullo del hombre será humillado, la arrogancia humana será abatida, y sólo el Señor será exaltado en aquel día, y hasta el último de los ídolos desaparecerá.” (Isaías, 2:18) Y, ciertamente, no es para menos; basta con revisar nuestra vergonzante historia para querer humillar y abatir el orgullo y la arrogancia del chimpanloro, de este indeseable pero imprescindible “primer Adán” que nos ha conducido hasta el momento actual.
Pero “sólo el Señor será exaltado en aquel día”, y “aquel día” empieza a ser manifiesto a partir de mayo del 68. La evolución nos ha traído un hombre nuevo, distinto, que aboga por hacer el amor y no la guerra, refiriéndose a un amor humano y explícito, y no al de una universal fraternidad hacia un supuesto “prójimo” que todavía no ha sabido entender nadie. Un hombre cuyos conocimientos le acercan al ateísmo, cuya consciencia le aleja de la política y cuya implicación con la natura le conduce hacia la ecología. Un vivo toque de atención y de sentido común que no logra convencer al capitalismo por no aportar ninguna rentabilidad en sus conceptos. Pero ése es “el Señor”. Ahí nace la promesa hecha a Abraham y a su descendencia; ahí empieza a manifestarse “Cristo” en el ser humano.
El pecado original es nuestro defecto de origen; pero ese origen nos queda ya tan lejos que el pecado empieza a estar redimido sin que nadie haya podido percatarse de ello. El generalizado confusionismo que ha establecido la religión sólo ha servido para desorientar nuestro pensamiento, implantando “el pecado del mundo”, que ha consistido en la vehemente presunción de vida después de la muerte. Pero ¿qué dice la Escritura? Pues dice: “El refugio que habíais buscado en las mentiras lo destruirá el granizo, y el agua arrasará vuestro lugar de protección. Vuestro pacto con la muerte será anulado y vuestro contrato con el reino de los muertos quedará sin valor. Vendrá la terrible calamidad, y os aplastará. Cada vez que venga, os arrastrará. Vendrá mañana tras mañana, de día y de noche. Solo escuchar la noticia os hará temblar.” (Isaías, 28:18-19)

lunes, 30 de septiembre de 2013

Neoliberalismo: ¿La III guerra mundial?


Neoliberalismo:  ¿La III guerra mundial?
 

Tiremos de objetividad. Ante los precedentes históricos, muchos son los ciudadanos que opinan que nuestra situación actual sólo podría resolverse con una tercera guerra mundial, donde muriera gran parte de la población, y así habría futuro y prosperidad para los supervivientes. Y el razonamiento tiene su fundamento, aunque, en la actualidad, carece de toda lógica. Las grandes guerras mundiales se disputaron entre los países más desarrollados, lo cual, actualmente, representaría una guerra entre países militarmente aliados y, en el caso de Europa, incluso económicamente ensamblados. Además, pretender provocar una especie de “guerra civil” entre los propios aliados, a siglo XXI, no pinta nada fácil. Históricamente, las guerras se han debido siempre a motivos religiosos o estratégicos. Pero en una sociedad donde ya nadie cree en dios, salvo por interés u “opuscación”, ni nadie cree ya en los políticos, salvo por interés u omisión, difícilmente podría conseguirse arrastrar a las masas hacia un suicidio voluntario.
Por otro lado, entablar una guerra santa contra países tercermundistas, pese a que mundial, no pasaría de ser como unas maniobras que acabarían beneficiando, de esa pretendida despoblación, al propio enemigo. Ellos, pobrecillas víctimas con el futuro resuelto, y occidente superpoblado y todavía peor visto.
¿Qué queda entonces? El neoliberalismo; conseguir los mismos efectos sin arrojar una sola bomba. ¿Cómo se cocina? Fácil: estableciendo un sistema ortopédico de selección artificial. Ante una precaria oferta de trabajo elegimos a los candidatos más titulados, y con mayor dominio de idiomas, para realizar las tareas más cutres y con los sueldos más miserables. Así, y de un solo plumazo, reinstalamos a la clase media en recursos humanos y dejamos a la clase obrera ante una simple disyuntiva: emigrar o morirse de hambre. Et ¡voilà! Desaparece la clase media y aniquilamos a la clase obrera; cuatro primates arriba mandando, y el mundo entero a sus pies.
Sólo existe una alternativa posible, y empieza con una democracia directa.
¡Despertad! Que nos la están dando con queso.

 

lunes, 23 de septiembre de 2013

Conciencia de Dios; consciencia de creador.


     Conciencia de Dios; consciencia de creador.

 
Dice el nazareno: “Aquel día ya no me preguntaréis nada. Os aseguro que el Padre os dará todo lo que le pidáis en mi nombre. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre: pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa.” (Juan, 16:23-24)
Estos dos versículos tienen mucho sentido, y siguen perfectamente vigentes en la actualidad. Pero, para poder adivinar su intención, resulta imprescindible saber de qué nos están hablando; entre otras cosas para evitar el ridículo de encontrarse conferenciando con un amigo invisible, o pidiéndole cosas a una escayola o a un pedazo de madera. La cosa no iba por ahí.
Recordemos aquel versículo 19 del capítulo doce de la segunda carta de Pablo a los Corintios: estamos hablando en presencia de Dios y como quienes pertenecen a Cristo.” ¿Sería ésta, simplemente, la forma de expresarse de alguien que posee el “Espíritu Santo”, o la de alguien que ya sabe de qué está hablando? Porque, por otro lado, el testimonio de Juan acaba diciendo: “A Dios nunca le ha visto nadie. El Unigénito, que se encuentra en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer.” (Juan, 1:18) De hecho, hasta el día de hoy, “A Dios nunca le ha visto nadie”, sin embargo, Pablo se atreve a decir: “estamos hablando en presencia de Dios”, y aún añade “y como quienes pertenecen a Cristo”; es decir: denota un doble conocimiento de causa. O lo que es lo mismo: sabe de qué está hablando.
De todos modos, y para poner un par de ejemplos prácticos, si ahora alguien os dijera: “la verdad es que esto del matrimonio de conveniencias… no acabo de verlo”, ¿qué entenderías que os está diciendo? O cuando se nos plantea un problema de lógica y no sabemos dar con la solución, ¿no es cierto que lo primero que solemos decir es: “no lo veo”? Y la pregunta obligada ahora sería: ¿Podría ser en este otro sentido de “ver”, que a Dios nunca le haya visto nadie? Es decir: ¿que el concepto “Dios” nunca lo haya sabido entender todavía nadie, y que cuando Pablo nos dice “hablamos en presencia de Dios y como quienes pertenecen a Cristo”, manifieste el conocimiento de una realidad que ni el propio cristianismo puede presumir de haber dado a conocer? ¿Aaaaaah que zi?
Y es que sobrevivir dos mil años gracias a la inescrutabilidad de los caminos de Dios, ya empezaba a ser mucha supervivencia; y demasiada incredulidad también. Sí, sí: “incredulidad”; los creyentes son unos incrédulos. Se han hecho fuertes, en el desconocimiento, descreyendo las palabras de su propia versión de Jesucristo: “Porque nada hay oculto que no deba ser manifestado; ni escondido, que no llegue a entenderse y salir a la luz.” (Lucas, 8:17) ¿Cómo pretenden salvar nuestras almas, quienes ni siquiera han sabido cuidar de las suyas? “Hay que tener fe y creer”, nos exhortan. Pero, tener fe ¿en qué?, y creer ¿en qué? Al menos Germinis Dei tiene fe en el individuo y en el futuro de la humanidad, y cree en la continuidad genética. Al menos tengo fe y creo en lo que era desde el principio. Porque lo que ha venido siendo desde el principio, eso sí que ya está visto, entendido y contrastado: VIDA.
No deben extrañarnos, pues, las palabras del nazareno: “Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre”, ni tampoco “que el Padre os dará todo lo que le pidáis en mi nombre”, pese a que “a Dios nunca le ha visto nadie”. Pues una vez alcanzado el conocimiento, una vez visto y entendido el fenómeno “Dios”, por primera vez “estamos hablando en presencia de Dios y como quienes pertenecen a Cristo”, no en sentido figurado, como en las Escrituras, sino en nuestra más cotidiana realidad. Y si esto es así, es porque ahora sí que “el Unigénito, que se encuentra en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer.” Otro enigma que queda resuelto: “el Unigénito, que se encuentra en el seno del Padre,”; como ya expliqué en “sabadingo”, hablamos de una primera versión de “Cristo” que empieza a manifestarse en el hombre, el “Cordero de Dios”, por eso se encuentra aún en el seno del Padre: en ese tercio de la humanidad que acabará conformando su ADN. Y si el “Padre” consiste en esto, y “Cristo” es el producto final de nuestra evolución, ¿quién ha pedido alguna vez algo en nombre de Cristo? ¿Acaso no es Germinis Dei quien, por primera vez, expone que nuestro deber como especie implica procurar que ese hombre futuro llegue a nacer, y advierte sobre la imperiosa necesidad de cambiar este infierno de mundo para poder garantizar que nuestra evolución llegue a buen término, y esto es a Cristo?
Amigos míos, la ignorancia nos está matando. La religión y el amor al dinero han distraído nuestra atención del verdadero sentido de la vida: una, prometiéndonos cosas cuya concesión jamás dependió de ella, y el otro vendiéndonos ciertas comodidades que igualmente podríamos disfrutar sin tener que comprarlas. Urge reorganizar esto. Urge crear una nueva civilización. Urge establecer el reino de Dios. Porque ahora ya sabemos de qué estamos hablando. Y también sé que, por primera vez, alguien lo está haciendo ante el Dios viviente, ahora sí, y como quien pertenece a Cristo. Pues por primera vez empezamos a tener conciencia de Dios; y esto es: consciencia de creador.

Examinaos a vosotros mismos y ved si estáis firmes en la fe. Poneos a prueba. ¿No os dais cuenta de que Jesucristo está en vosotros? ¡A menos que hayáis fracasado en la prueba! Confío, sin embargo, en que reconoceréis que nosotros no hemos fracasado. Y oramos a Dios para que no hagáis nada malo; no para demostrar que nosotros hemos pasado la prueba, sino simplemente para que hagáis el bien, aunque parezca que nosotros hemos fracasado. Porque no podemos hacer nada en contra de la verdad, sino solamente a favor de la verdad.” (2 Corintios, 13:5-8)

lunes, 16 de septiembre de 2013

Ateísmo.


Ateísmo.


Titulares destacables para el ateísmo:
“Niña yemení de ocho años muere por lesiones sexuales en su noche de bodas.”
“Israel pide a las editoriales que eliminen la educación sexual de sus libros de texto.”
“Bahréin albergará al Tribunal Árabe de Derechos Humanos, pese a las torturas.”
“Según Estados Unidos, el régimen sirio cuenta con el respaldo de Irán y del grupo islámico radical Hizbulá.”

Titular preocupante para un posateísta:
“Más de 200.000 personas, dispuestas a hacer un viaje sin retorno a Marte.”

Dice Pablo: “En mi otra carta os decía que no debéis tener trato con quienes lleven una vida inmoral. Con esto no quería decir que os apartarais por completo de todos los que en este mundo son inmorales, avaros, ladrones o idólatras, pues para eso tendríais que saliros del mundo. Lo que quise decir es que no debéis tener trato con ninguno que, llamándose hermano, sea inmoral, avaro, idólatra, chismoso, borracho o ladrón. Con gente así, ni siquiera os sentéis a comer. No me toca a mí juzgar a los de fuera; Dios será quien los juzgue. Pero vosotros debéis juzgar a los de dentro. Por eso, quitad a ese pecador de en medio de vosotros. (1ª Corintios, 5:9-13)

No perdamos el tiempo viendo la paja en el ojo de los demás y fijémonos en la viga que llevamos en el nuestro. Amigos ateos: el ateísmo es un camino; no una meta. Es la gran autopista que conduce hacia la verdad; pero la verdad no es la autopista. De poco sirve transcribir frases célebres de reconocidos ateos, sólo porque suenen ingeniosas, sin haber entendido siquiera el concepto o la razón por la que fueron pronunciadas. No nos durmamos en unos supuestos laureles que todavía nadie ha podido recibir por no haber llegado aún a la meta. Discrepo de quienes opinan que el ateísmo es como otra religión, pero a menudo entiendo por qué lo dicen. Recordad las palabras de Zarathustra: “…y aún el más grande de nosotros sigue siendo algo a superar.” Y también: “Aún no ha llegado el Superhombre. Mas ya he visto desnudos a los dos hombres, al más grande y al más diminuto. Aún se parecen demasiado los dos. En verdad, al más grande lo encontré todavía… demasiado humano.
Los creyentes están adorando la meta sin haber encontrado el camino, mientras que los ateos se conforman con adorar el camino, convencidos de que no existe ninguna meta al final de éste. Pero lo cierto es que la meta que adoran los creyentes se encuentra justo al final del camino que están adorando los ateos. Difícil encrucijada para el posateísmo; y embarazoso dilema para el Superhombre.

 

 

jueves, 5 de septiembre de 2013

Sabadingo.


Sabadingo.

 
        “…no olvidéis que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día”. (2 Pedro, 3:8) Ni tampoco que no existe más creador que la natura ni más Señor que el hombre, y que por Cristo debemos entender el producto final de nuestra evolución: el Hijo del hombre. Y el séptimo día es el día del Señor; poco importa querer llamarlo sábado o domingo, lo trascendente es querer entender que se trata del último milenio de nuestra evolución. Por eso dice el nazareno: “Y la voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda a ninguno de los que me ha dado, sino que los resucite el último día. Porque la voluntad de mi Padre es que todo aquel que ve al Hijo de Dios y cree en él, tenga vida eterna, y yo le resucitaré el último día.” (Juan, 6:39-40)
Y el último día no es el día del juicio final, ni mucho menos. El concepto que hasta ahora ha querido entender la humanidad por “fin del mundo” es totalmente erróneo, pues, tras el juicio final, nuestra evolución prosigue durante otros mil años. Está escrito en Apocalipsis: “También vi tronos, y en ellos estaban sentados los que habían recibido autoridad para juzgar. Vi también, vivos, a aquellos a quienes habían decapitado por ser fieles al testimonio de Jesús y al mensaje de Dios. Ellos no habían adorado al monstruo ni a su imagen, ni se habían dejado poner su marca en la frente o en la mano. Y vi que volvieron a vivir y que reinaron con Cristo mil años.” (Apocalipsis, 20:4)
Este versículo refleja y resume perfectamente el razonamiento que estoy exponiendo: “También vi tronos, y en ellos estaban sentados los que habían recibido autoridad para juzgar”, indica que ya llegó el momento del juicio. “Vi también, vivos, a aquellos a quienes habían decapitado por ser fieles al testimonio de Jesús y al mensaje de Dios.” Veamos: a nadie le van a cortar la cabeza, pero sí es cierto que, por lo que atañe a nuestra trascendencia, siempre han querido considerar como muertos para la vida eterna a los no bautizados y excomulgados. Pero el mismo conocimiento que inspira el juicio final, otorgando autoridad para juzgar, desvela la verdadera realidad de nuestra existencia, permitiendo comprender que el camino hacia esa eternidad jamás dependió del seguimiento de ciertos rituales impuestos por la religión, por ni siquiera hallarse en las creencias. Ateos de mi esperanza: “Ellos no habían adorado al monstruo ni a su imagen, ni se habían dejado poner su marca en la frente o en la mano.” Por eso, y muy a pesar de estar condenados por toda religión, el versículo insiste en aclarar: “Y vi que volvieron a vivir y que reinaron con Cristo mil años.” De lo que se desprende que, tras ese supuesto “fin del mundo”, todavía quedan otros mil años de evolución para la humanidad: el último día; llamémosle ¿sabadingo?
Y al hilo de lo expuesto surgen dos preguntas obligadas: ¿en qué consiste, pues, el fin del mundo? y, si consideramos a “Cristo” como el producto final de nuestra evolución, ¿cómo podría reinar esos mil años con nosotros?
Chupao.
Y empezaremos por la segunda. Veamos: a vuestro criterio, ¿cuándo se encuentra más cerca de sus raíces un embrión: el día después de su concepción o el día antes de su nacimiento? (Y todos en voz baja: ¡antes de su nacimiento!) Pues bien: cuando Cristo se presenta por primera vez en el mundo, no lo hace de cuerpo presente, sino en ADN esparcido entre la humanidad (pueblo elegido, y fenómeno “diáspora”). Por lo tanto, no se presenta aún como Cristo, sino como “Cordero”. Para decirlo de una forma más sencilla: no como bebé nacido, sino como un sietemesino que, ya casi formado, todavía debe permanecer otros dos meses dentro del vientre de la madre. Igualmente nosotros, que desarrollamos una evolución de siete mil años, empezamos a ser ahora como una especie de sietemesinos, en quienes empieza a manifestarse la mente de Cristo, pendientes aún de permanecer otros mil años dentro del vientre de nuestra madre, que es la Tierra, hasta que el Cristo quede formado. Y sería precisamente en este nuevo ser humano, dotado ya con la mente de Cristo, donde nacería el mito del hombre-dios: Mesías, Cordero de Dios, último Adán, Jesucristo, el Superhombre de Nietzsche, o mi propio Germinis Dei, siendo esta la explicación de cómo podría Cristo reinar con el hombre durante esos últimos mil años. Reinará con el hombre porque está “en” el hombre; argumento que también nos desvelaría el enigma de “Emmanuel”. Que no es que baje Cristo a reinar con nosotros, sino que, por evolución, surge de nosotros mismos, y así establecemos el reino.
En cuanto al “fin del mundo”, ¿qué podría contaros que no hayáis deducido ya? Al establecer el reino de Dios, el viejo mundo queda en el pasado. El reino de Dios es el mundo futuro, pero, entendiendo como tal, el futuro de este mundo. No hay más “otro mundo” que el futuro en éste; tal es la realidad. Ni existe otro “más allá” que el propio futuro de la humanidad. Y todos los misterios derivan de no haber sabido entender esto. Pero lo cierto es que cuando la estupidez de la mayoría nos obliga a llevar una vida infernal, más que el derecho, tenemos casi el deber de quejarnos para refutarlos y aleccionarlos. Somos modestos, pero no idiotas. Somos discretos, pero no gilipollas; nuestro silencio no otorga. Callamos, sí, pero no porque estemos conformes con nada. Observamos, escuchamos, cavilamos e intentamos comprender lo incomprensible de este mundo. Y por propia modestia solemos pensar que ciertas situaciones nos sobrepasan y no somos capaces de entenderlas, cuando en realidad somos nosotros quienes hemos sobrepasado el nivel de dichas situaciones y conceptos, y por eso carecen de todo sentido para nosotros. Porque no hay nada que entender. Porque todo lo que acontece en este mundo es fruto de un absurdo que escapa a toda lógica y a toda razón. Somos gente de paz inmersa en un mundo de chiflados y violentos rezagados que siguen vendiendo la paz como una utopía.
Amigos míos, a día de hoy, sólo existe una utopía: pretender un “más allá” plagado de primates. Inviable. No habrá lugar para esa clase de hombres en nuestro futuro. No hay lugar para lo absurdo en el reino de Dios.






      Dices que eres rico, que te ha ido muy bien y que nada te hace falta; y no te das cuenta de que eres un desdichado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por eso te aconsejo que compres de mí, oro refinado en el fuego (sabiduría) para que seas realmente rico; y que compres de mí, ropas blancas (conocimiento) para vestirte y cubrir tu vergonzosa desnudez, y colirio para aplicártelo a los ojos (ciencia) y que veas. Yo reprendo y corrijo a los que amo. Por lo tanto, sé fervoroso y vuélvete a Dios (natura). Mira, yo (hombre segundo) estoy llamando a la puerta: si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos. A los vencedores les daré un lugar conmigo en mi trono (democracia directa), así como yo vencí y me senté con mi Padre en su trono (en una anterior generación). ¡Quien tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias! (evolución)
(Apocalipsis, 3:17-22)