lunes, 2 de diciembre de 2013

Rebeldes.


Rebeldes.

 
Que todos los seres humanos tengamos los mismos derechos no significa que todos seamos iguales; pues, por naturaleza, siempre los habrá más agraciados unos que otros. De no ser así, sólo existirían los partidos cristianodemócratas, dado que todos estaríamos dispuestos a compartir su habitual apología de la sumisión; pues impedir la libertad del individuo en nombre de las instituciones, creencias, gobiernos o naciones, sólo es una muestra más de su inherente apología de la sumisión. Y no todos somos así, porque el espíritu de Cristo no es así, sino todo lo contrario. También por naturaleza, resulta que Cristo es anarquista, y que los anarquistas sólo son capaces de hacer las cosas por convicción; no por sumisión. Las únicas “cosas” que un anarquista es capaz de comprender que “son así”, son las sujetas a las leyes universales establecidas por la misma natura que, curiosamente, rige todo el universo; tales son las “realidades inconmovibles” a las que se refiere Pablo en sus cartas. Las cosas son como son y son lo que son, y nosotros somos como somos y somos lo que somos, y por ello permanecemos sujetos a las leyes de la natura. Y, nos guste o no, nos parezca bien o no, o queramos o no, ésta sí es una realidad inconmovible.
El ser humano está sujeto a una serie de necesidades biológicas, o fisiológicas si lo preferís, que debe respetar para preservar la supervivencia y, a partir de ahí, no hay otra obligación; que se sepa. De manera que todos los juegos creados por el chimpanloro, tocando a las leyes del sometimiento, se alejan sobremanera del libre albedrío que la natura quiso disponer para el hombre. La fase de mono pensador nos ha resultado más perjudicial que ventajosa. Basta con revisar nuestra impresentable historia, y nuestro no menos presentable presente, para comprender que el comportamiento humano a lo largo de toda la evolución ha sido detestable. Un asustadizo ser humano de pocas luces, pobre de espíritu y falto de entendimiento, predispuesto a someterse a las más burdas y absurdas imposiciones propugnadas por otros humanos tan ineptos como él mismo. Cierto que, en numerosas ocasiones, el puro instinto de supervivencia debió doblegar muchas voluntades, cediendo, aún conscientemente, a la grotesca sumisión. Y el temor a poder ser declarado insumiso a los sometimientos creados por el propio hombre, acabó provocando que el hombre cometiera el más grande acto de insumisión de todos los tiempos: renegar de su propia naturaleza, rebelándose contra las realidades inconmovibles. Puta serpiente.
Dice la Escritura, refiriéndose a Adán y Eva: “los dos estaban desnudos y no se avergonzaban”. (Génesis, 2:25) No saber, no es ninguna vergüenza. Nuestra ignorancia supera, todavía con creces, todos nuestros conocimientos. Pretender saber ya; fingir conocer ya; ésta ha sido la conducta más dañina de todos los tiempos; y persiste. Sabemos lo que sabemos y hasta donde sabemos; presuponer, ha sido el mayor pecado del hombre. Presuponer, ha sido, y sigue siendo, el gran pecado del mundo: Rebelarse contra la natura; rebelarse contra la vida; ofrecer alternativas ilusorias a las realidades inconmovibles: falsas paternidades, falsas maternidades, falsas hermandades, eternas vidas de ultratumba, y agravándolo aún todo con un inhumano sometimiento a lo absurdo, derivado de haberse creado una falsa idea de “Dios”, y olvidándose del único “Dios” verdadero; del “Dios” que por ellos sufrió dolores de parto. Olvidándose del hombre; el único y verdadero “Dios” bíblico. Por eso está escrito: “La piedra que los constructores habían rechazado, ha acabado siendo piedra angular”.
Todo tiene sentido cuando sabemos de qué estamos hablando.
 La serpiente, que era la más astuta de todos los animales salvajes que Dios el Señor había creado, preguntó a la mujer: – ¿Así que Dios os ha dicho que no comáis del fruto de ningún árbol del jardín?
La mujer le contestó: –Podemos comer del fruto de cualquier árbol, menos del árbol que está en medio del jardín. Dios nos ha dicho que no debemos comer ni tocar el fruto de ese árbol, porque si lo hacemos, moriremos.
Pero la serpiente dijo a la mujer: –No es cierto. No moriréis. Dios sabe muy bien que cuando comáis del fruto de ese árbol podréis saber lo que es bueno y lo que es malo, y que entonces seréis como Dios.
La mujer vio que el fruto del árbol era hermoso, y le dieron ganas de comerlo y de llegar a tener entendimiento. Así que tomó uno de los frutos y se lo comió. Luego le dio a su esposo, y él también comió. En aquel momento se les abrieron los ojos, y los dos se dieron cuenta de que estaban desnudos. Entonces cosieron hojas de higuera y se cubrieron con ellas.” (Génesis, 3:1-7) 

ESOTERISMO. Tal era el puto nombre del árbol de las jodidas “manzanas”. Podéis alimentar vuestro conocimiento con toda clase de ciencias, pero las ciencias ocultas ni las toquéis, porque si lo hacéis, moriréis.
No, no, quevá dijo la serpiente. No moriréis, al contrario, sabréis que existe un alma que sobrevive a la muerte y que perdura en otro plano existencial, y también conoceréis en qué consiste la reencarnación; de suerte que, a lo mejor, llegáis a descubrir que en otra vida anterior habías sido una sanguijuela. Seréis como Dios, capaces de distinguir el bien del mal, y así podréis alejaros de los deseos de la carne para dedicaros a la pureza del espíritu.
Sabemos que el mundo entero se encuentra bajo el poder del Maligno”, dice Juan. Religión, más allá, esoterismo, ciencias ocultas, parapsicología, etc. son los síntomas más evidentes de este “pecado del mundo”. Y está escrito que el “Cordero de Dios” es quien quita dicho pecado. Y ahora decidme: ¿no empezáis a sentir la presencia de Cristo en vosotros?

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