Natura contra cultura: la batalla final. (II)
Cuando Pablo nos habla de Cristo, como
sacerdote de la nueva alianza, utiliza algunos interesantes y esclarecedores
términos: “Pero
cuando Cristo apareció como
sumo sacerdote de los bienes venideros, lo hizo a través de un mayor y más
perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por medio de la sangre de machos
cabríos y de becerros, sino por medio de su propia sangre, entrando una sola vez en el Santuario diseñado
para la eterna redención”. (Hebreos, 9:11-12) Al exponer: “no hecho de manos, es decir, no de esta creación”, ingeniosamente
nos está diferenciando lo cultural de lo natural. Pues ese tabernáculo mayor y
más perfecto, que por medio de su propia sangre le hace entrar en el Santuario
diseñado para la eterna redención, es la cadena de ADN,
que, evidentemente, pertenece a la natura; por lo tanto, no ha sido hecha por
manos, ni es de esta creación.
Y también: “En aquel tiempo, la voz de Dios
hizo temblar la tierra; pero ahora hace esta promesa: “Una vez más haré temblar
no solo la tierra, sino también el cielo.” Al decir “una vez más”, se entiende
que desaparecerán las cosas creadas, esto es, lo inestable, para que
permanezca lo inconmovible. El reino que Dios nos entrega es inconmovible”. (Hebreos,
12:26-28)
Natura contra cultura: Lo inconmovible,
contra las inestables creaciones de la mente humana. Y menos mal que al final
resultará que eran “inestables”, porque llevamos así seis mil años; menuda
“inestabilidad”. Pero es bueno saber que una vez superadas todas las creaciones
inestables, finalmente se nos entrega un reino inconmovible.
“Porque no es bajo la autoridad de los ángeles que Dios ha
puesto ese mundo futuro del cual estamos hablando. Al contrario, en un
lugar de la Escritura alguien declara: “¿Qué es el hombre, para que te acuerdes
de él? ¿O el hijo del hombre, para que te intereses por él? Por un poco de
tiempo le hiciste algo menor que los ángeles, pero le coronaste de gloria y
honor; sometiste todas tus obras bajo sus pies.” Así que, al
someter todas las cosas bajo sus pies, Dios no dejó nada sin someterlo a él.
Sin embargo, todavía no vemos que todo le esté sometido.” (Hebreos, 2:5-8)
¿Qué deducimos, pues, de todo esto? Que las “obras creadas” por la
humanidad, “Dios”, a lo largo de nuestra evolución, “historia”, acabarán
sometiéndose a las realidades inconmovibles de la natura: el hombre. Decir que
todas las cosas quedarán sometidas bajo sus pies, equivale a decir que será ensalzado
por encima de todas las cosas. La natura, y el hombre como parte intrínseca de
esta natura, acabarán alzándose por encima de todas las creaciones humanas. Es
por eso que Pablo nos dice: “Desde la
creación del mundo, el poder eterno de Dios y su divinidad, que son invisibles,
se han hecho visibles a la inteligencia a través de las cosas creadas.”
(Romanos, 1:20) Y en otro
lugar de la Escritura: “Son necios por
naturaleza todos los hombres que han desconocido a Dios: porque ni han sido
capaces de conocer quien es, a partir de los bienes visibles, ni han reconocido
al artífice, al considerar sus obras.” (Sabiduría, 13:1) Por supuesto que antes había que deducir cuáles eran
las obras a considerar, y no dejarse impresionar por una incomprendida
“creación”, narrada en Génesis.
Todas las cosas creadas por la humanidad forman parte de esta creación.
Pero todas las obras de nuestras manos acabarán derrumbándose a los pies de la
natura y del Hijo del hombre. Ese es el triunfo de la natura sobre nuestra
humana e inconsciente cultura. Tenemos cerebro, inteligencia y dos manos; y
somos capaces de crear cosas. Pero ninguna de nuestras cosas creadas puede
equiparase a la gran creadora: la natura. Y la única creación que podemos
realizar en complicidad con ella, es ésta: engendrar. Esa es la auténtica
creación.
“Así como los hijos de una familia son de una
misma carne y sangre, así también Jesús fue de carne y sangre humanas para
derrotar con su muerte al que tenía poder sobre la muerte, es decir, al
diablo. De esta manera ha dado libertad a todos los que por miedo a la
muerte viven como esclavos durante toda la vida. Pues ciertamente no vino
para ayudar a los ángeles, sino a los descendientes de Abraham.” (Hebreos, 2:14-16)
Trascendental “para derrotar con su
muerte al que tenía poder sobre la muerte.” Volvemos al principio:
aceptación de la muerte. Si aceptamos nuestra muerte, ya nadie va a tener poder
sobre una supuesta “otra vida” de ultratumba, y de esta manera damos libertad a
todos los que por miedo a la muerte viven como esclavos de la religión durante
toda la vida.
Al establecer que el único camino para llegar a
“Cristo” es la senda de la vida, introducimos un nuevo argumento que
desargumenta todas las creencias utilizadas por el diablo para hacernos creer
que sí tiene algún poder sobre la muerte. Pues nadie tiene ningún poder sobre
la muerte; Cristo sólo tendrá memoria de quienes nunca habrán dejado de estar
vivos: “Muertos
son, no vivirán; han fallecido, no se levantarán; porque los visitaste y
destruiste, e hiciste que pereciera toda su memoria”. (Isaías, 26:14)
Trascendental “hiciste que pereciera toda su memoria.” Entendamos
esto: Todo muerto que no se encuentre representado en el ADN de cualquier habitante
actual del mundo, no tiene ninguna opción de llegar a “Cristo”; ya que se
perdió su memoria, y los muertos no resucitarán.
Natura vence a cultura.
Jaque mate al diablo.