miércoles, 27 de noviembre de 2013

Anticristo.


Anticristo.

 
Las Escrituras dan testimonio de un malévolo e incomprendido “Dios” bíblico en el AT, y del nada mejor comprendido “Hijo del hombre” en el NT, que a su vez se declara hijo de ese “Dios”. Y por una simple regla de tres, si quien se declara hijo de Dios se reconoce a sí mismo como el Hijo del hombre, ya no queda más opción que deducir que ese sanguinario y violento personaje del AT, al que se le atribuye el nombre de “Dios”, sencillamente se limita a reflejar las barbaridades que el hombre ha sido capaz de cometer a lo largo de la historia. Con lo cual, la promesa hecha a Abraham sólo implicaría que, a través de su propia descendencia (evolución), algún día llegaría a existir un hombre distinto.
Y toda la historia de la humanidad ha estado girando en torno a esa esperanza. Una esperanza tan incomprendida como todo lo demás, al presuponer que ese hombre distinto sería un solo hombre en concreto, en lugar de una nueva generación ya distinta de hombres; por otro lado: ¿cómo podría un solo hombre componer un pueblo elegido? Dice la Escritura: “Una voz llega de la ciudad, un clamor sale del templo, es la voz del Señor que da a sus enemigos la paga que se merecen. “Jerusalén ha dado a luz antes de sentir los dolores del parto. ¿Quién ha oído algo parecido? ¿Quién ha visto algo semejante? ¿Nace una nación en un solo día? ¿Nace un pueblo en un momento? Pero cuando Sión comenzó a sentir los dolores, en seguida dio a luz a sus hijos. Dice el Señor, tu Dios: «Si soy yo quien abre paso al niño, ¿voy a impedir que nazca? Soy yo quien le hace nacer: no voy a privarle de ver la luz.»” (Isaías, 66:6-9)
Y este nuevo hombre lleva años revoloteando por la humanidad al son de la utopía. El espíritu de Cristo está presente en pacifistas y ecologistas, en ateos, laicistas y progresistas, y en todo movimiento que propugne las libertades del individuo, pregonando la paz haciendo el amor y no la guerra. Pues no proviene de las putrefactas “aguas estancadas” que han estado gobernando el mundo, sino que emana directamente de nuestra “corriente de aguas vivas”, con su vertiginoso progreso y evolución. “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. No os dejéis llevar por diversas doctrinas extrañas, porque buena cosa es afirmar el corazón en la gracia, no en alimentos, que nunca aprovecharon a quienes se ocupaban de ellos.” (Hebreos, 13:8)
De manera que antes de llamar “Perroflauta” a cualquier hijo de vecino, pensad en aquél a quien se lo estáis diciendo. Y que el mismo Dios que dijo “sea la luz” se encienda ahora en vuestros corazones, para que así lleguéis a comprender el verdadero mensaje de las Escrituras y renunciéis a vuestra atávica y sistemática conducta Anticristo.

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