Anticristo.
Las Escrituras dan testimonio de un
malévolo e incomprendido “Dios” bíblico en el AT, y del nada mejor comprendido
“Hijo del hombre” en el NT, que a su vez se declara hijo de ese “Dios”. Y por
una simple regla de tres, si quien se declara hijo de Dios se reconoce a sí
mismo como el Hijo del hombre, ya no queda más opción que deducir que ese
sanguinario y violento personaje del AT, al que se le atribuye el nombre de “Dios”,
sencillamente se limita a reflejar las barbaridades que el hombre ha sido capaz
de cometer a lo largo de la historia. Con lo cual, la promesa hecha a Abraham
sólo implicaría que, a través de su propia descendencia (evolución), algún día
llegaría a existir un hombre distinto.
Y toda la historia de la humanidad ha
estado girando en torno a esa esperanza. Una esperanza tan incomprendida como
todo lo demás, al presuponer que ese hombre distinto sería un solo hombre en
concreto, en lugar de una nueva generación ya distinta de hombres; por otro
lado: ¿cómo podría un solo hombre componer un pueblo elegido? Dice la
Escritura: “Una voz
llega de la ciudad, un clamor sale del templo, es la voz del Señor que da a sus
enemigos la paga que se merecen. “Jerusalén ha dado a luz antes de sentir los
dolores del parto. ¿Quién ha oído algo parecido? ¿Quién ha visto algo
semejante? ¿Nace una nación en un solo día? ¿Nace un pueblo en un momento? Pero
cuando Sión comenzó a sentir los dolores, en seguida dio a luz a sus hijos.
Dice el Señor, tu Dios: «Si soy yo quien abre paso al niño, ¿voy a impedir que
nazca? Soy yo quien le hace nacer: no voy a privarle de ver la luz.»” (Isaías,
66:6-9)
Y este nuevo hombre lleva años revoloteando por
la humanidad al son de la utopía. El espíritu de Cristo está presente en
pacifistas y ecologistas, en ateos, laicistas y progresistas, y en todo
movimiento que propugne las libertades del individuo, pregonando la paz
haciendo el amor y no la guerra. Pues no proviene de las putrefactas “aguas
estancadas” que han estado gobernando el mundo, sino que emana directamente de
nuestra “corriente de aguas vivas”, con su vertiginoso progreso y evolución. “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre.
No os dejéis llevar por diversas doctrinas extrañas, porque buena cosa es
afirmar el corazón en la gracia, no en alimentos, que nunca aprovecharon a
quienes se ocupaban de ellos.” (Hebreos, 13:8)
De manera que antes de llamar “Perroflauta” a
cualquier hijo de vecino, pensad en aquél a quien se lo estáis diciendo. Y que
el mismo Dios que dijo “sea la luz” se encienda ahora en vuestros corazones,
para que así lleguéis a comprender el verdadero mensaje de las Escrituras y
renunciéis a vuestra atávica y sistemática conducta Anticristo.