Conciencia
de Dios; consciencia de creador.
Dice el nazareno: “Aquel día ya no me preguntaréis nada. Os aseguro que el Padre os dará
todo lo que le pidáis en mi nombre. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi
nombre: pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa.”
(Juan, 16:23-24)
Estos dos versículos tienen mucho
sentido, y siguen perfectamente vigentes en la actualidad. Pero, para poder
adivinar su intención, resulta imprescindible saber de qué nos están hablando;
entre otras cosas para evitar el ridículo de encontrarse conferenciando con un
amigo invisible, o pidiéndole cosas a una escayola o a un pedazo de madera. La
cosa no iba por ahí.
Recordemos aquel versículo 19 del
capítulo doce de la segunda carta de Pablo a los Corintios: “…estamos hablando en presencia de Dios y como quienes
pertenecen a Cristo.” ¿Sería ésta, simplemente, la forma de expresarse de
alguien que posee el “Espíritu Santo”, o la de alguien que ya sabe de qué está
hablando? Porque, por otro lado, el testimonio de Juan acaba diciendo: “A Dios nunca le ha visto nadie. El
Unigénito, que se encuentra en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer.”
(Juan, 1:18) De hecho, hasta el día de hoy, “A Dios nunca le ha visto nadie”, sin embargo, Pablo se atreve a
decir: “estamos hablando en presencia
de Dios”, y aún añade “y como
quienes pertenecen a Cristo”; es decir: denota un doble conocimiento de
causa. O lo que es lo mismo: sabe de qué está hablando.
De todos modos, y para poner un par de ejemplos
prácticos, si ahora alguien os dijera: “la verdad es que esto del matrimonio de
conveniencias… no acabo de verlo”, ¿qué entenderías que os está diciendo? O
cuando se nos plantea un problema de lógica y no sabemos dar con la solución,
¿no es cierto que lo primero que solemos decir es: “no lo veo”? Y la pregunta
obligada ahora sería: ¿Podría ser en este otro sentido de “ver”, que a Dios
nunca le haya visto nadie? Es decir: ¿que el concepto “Dios” nunca lo haya
sabido entender todavía nadie, y que cuando Pablo nos dice “hablamos en
presencia de Dios y como quienes pertenecen a Cristo”, manifieste el
conocimiento de una realidad que ni el propio cristianismo puede presumir de
haber dado a conocer? ¿Aaaaaah que zi?
Y es que sobrevivir dos mil años gracias a la
inescrutabilidad de los caminos de Dios, ya empezaba a ser mucha supervivencia;
y demasiada incredulidad también. Sí, sí: “incredulidad”; los creyentes son
unos incrédulos. Se han hecho fuertes, en el desconocimiento, descreyendo las
palabras de su propia versión de Jesucristo: “Porque nada hay oculto que no deba ser manifestado; ni escondido, que
no llegue a entenderse y salir a la luz.” (Lucas, 8:17) ¿Cómo pretenden
salvar nuestras almas, quienes ni siquiera han sabido cuidar de las suyas? “Hay
que tener fe y creer”, nos exhortan. Pero, tener fe ¿en qué?, y creer ¿en qué?
Al menos Germinis Dei tiene fe en el individuo y en el futuro de la humanidad,
y cree en la continuidad genética. Al menos tengo fe y creo en lo que era desde
el principio. Porque lo que ha venido siendo desde el principio, eso sí que ya
está visto, entendido y contrastado: VIDA.
No deben extrañarnos, pues, las palabras
del nazareno: “Hasta ahora no habéis
pedido nada en mi nombre”, ni tampoco “que
el Padre os dará todo lo que le pidáis en mi nombre”, pese a que “a Dios nunca le ha visto nadie”. Pues una
vez alcanzado el conocimiento, una vez visto y entendido el fenómeno “Dios”,
por primera vez “estamos hablando en
presencia de Dios y como quienes pertenecen a Cristo”, no en sentido
figurado, como en las Escrituras, sino en nuestra más cotidiana realidad. Y si
esto es así, es porque ahora sí que “el
Unigénito, que se encuentra en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer.”
Otro enigma que queda resuelto: “el
Unigénito, que se encuentra en el seno del Padre,”; como ya expliqué en
“sabadingo”, hablamos de una primera versión de “Cristo” que empieza a
manifestarse en el hombre, el “Cordero de Dios”, por eso se encuentra aún en el
seno del Padre: en ese tercio de la humanidad que acabará conformando su ADN. Y
si el “Padre” consiste en esto, y “Cristo” es el producto final de nuestra
evolución, ¿quién ha pedido alguna vez algo en nombre de Cristo? ¿Acaso no es
Germinis Dei quien, por primera vez, expone que nuestro deber como especie
implica procurar que ese hombre futuro llegue a nacer, y advierte sobre la
imperiosa necesidad de cambiar este infierno de mundo para poder garantizar que
nuestra evolución llegue a buen término, y esto es a Cristo?
Amigos míos, la ignorancia nos está matando. La
religión y el amor al dinero han distraído nuestra atención del verdadero
sentido de la vida: una, prometiéndonos cosas cuya concesión jamás dependió de
ella, y el otro vendiéndonos ciertas comodidades que igualmente podríamos
disfrutar sin tener que comprarlas. Urge reorganizar esto. Urge crear una nueva
civilización. Urge establecer el reino de Dios. Porque ahora ya sabemos de qué estamos
hablando. Y también sé que, por primera vez, alguien lo está haciendo ante el Dios
viviente, ahora sí, y como quien pertenece a Cristo. Pues por primera vez empezamos
a tener conciencia de Dios; y esto es: consciencia de creador.
“Examinaos
a vosotros mismos y ved si estáis firmes en la fe. Poneos a prueba. ¿No os
dais cuenta de que Jesucristo está en vosotros? ¡A menos que hayáis
fracasado en la prueba! Confío, sin embargo, en que
reconoceréis que nosotros no hemos fracasado. Y
oramos a Dios para que no hagáis nada malo; no para demostrar que nosotros
hemos pasado la prueba, sino simplemente para que hagáis el bien, aunque
parezca que nosotros hemos fracasado. Porque no
podemos hacer nada en contra de la verdad, sino solamente a favor de la verdad.”
(2 Corintios, 13:5-8)
No hay comentarios:
Publicar un comentario