Dios.
Dice la Escritura: “Vienen días, declara el Señor, en que sembraré la
casa de Israel y la casa de Judá de simiente de hombre y de simiente de
animal. Y como velé sobre ellos para arrancar y para derribar, para
derrocar, para destruir y para traer calamidad, así velaré sobre ellos para
edificar y para plantar, declara el Señor.” (Jeremías, 31: 27-28)
Veamos: El versículo 28 denota claramente un antes y un después; “como
velé sobre ellos para arrancar y para derribar, para derrocar, para destruir y
para traer calamidad, así velaré sobre ellos para edificar y para plantar”.
¿Podría deducirse, de esto, que ha existido un “Dios” malo antes de llegar al
“Dios” bueno? ¿Podría entenderse que una primera versión de “Dios”, o que la
primera forma de entender a “Dios” por parte del ser humano, más que para
edificar y plantar, sólo ha servido para destruir y traer calamidad? ¿Podríamos
plantear, en tal caso, que el supuesto “Dios” de la religión pudiera ser el
verdadero “Demonio” bíblico?
Veamos: El versículo 28 denota claramente un antes y un después; y,
curiosamente, viene precedido de un versículo 27 que trata de asentar el
momento en que esto va a producirse: “Vienen
días, declara el Señor, en que sembraré la casa de Israel y la casa de Judá de simiente
de hombre y de simiente de animal.” Otra clave: ¿Qué significa “de simiente de
hombre y de simiente de animal”? Podría interpretarse que “Dios” es el
creador de todos los animales de la tierra. Lo cual es rigurosamente cierto
cuando nos referimos a la natura, la gran creadora. Pero, ¿qué dice el
versículo? Pues dice: “declara el Señor”, y éste, una vez más, no es la
natura sino el Hombre. Y ¿cómo entender, pues, que el Hombre pueda sembrar
simiente de hombre y simiente de animal? Recordemos las palabras de Isaías: “El orgullo del hombre será
humillado, la arrogancia humana será abatida, y sólo el Señor será exaltado en
aquel día,” (Isaías, 2:18) Isaías nos está diciendo
que, bíblicamente hablando, el ser humano sigue recibiendo el trato de simple
animal. Y sólo cuando somos capaces de rebajarnos hasta tal realidad, es cuando
podemos empezar a entender los pasajes de la creación, el diluvio, o de un
largo etcétera.
“Simiente
de hombre y simiente de animal”. Todos los seres humanos proceden de la
misma simiente, pero por una simple cuestión de recombinaciones cromosomáticas,
dos tercios de la población del mundo están condenados a quedarse en
“chimpanloro”, mientras que el otro tercio seguirá su camino hacia el Hombre,
conformando el ADN de “Cristo”. Tal es la realidad. Y sólo a partir del
conocimiento de dicha realidad, será cuando podrá devenir el otro “Dios”
postrero, “para edificar y plantar”;
el “Dios” bueno.
Dice el Evangelio: “Lo mismo sucedió en los tiempos de Lot: la gente bebía y comía,
compraba y vendía, sembraba y construía; pero cuando Lot salió de la ciudad de
Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre y todos murieron. Así será el
día en que se manifieste el Hijo del hombre”. (Lucas, 17:28-30) Y ¿por qué
habría de llover del cielo fuego y azufre, el día que se manifieste el Hijo del
hombre? Pues, porque para el Hijo del hombre ya no hay misterios, y sabe que
ese supuesto “cielo” de la religión, emanado de su contrato con el reino de los
muertos, sólo puede ser el infierno bíblico, a cuyos demonios han estado
adorando como si fuesen “Dios”.
¿Por qué dice la Escritura: “El Dios Santo, luz de Israel, se convertirá en llama
de fuego, y en un día quemará y destruirá todos los espinos y matorrales que
hay en el país.”? (Isaías, 10:14)
O ¿por qué nos recuerda Pablo que: “quienes comen la carne de las
víctimas del sacrificio están en comunión con el altar. Con esto no
quiero decir que la carne sacrificada a los ídolos, o los mismos ídolos, tengan
valor alguno. Lo
que digo es que estos sacrificios no los ofrecen a Dios, sino a los demonios. Y
yo no quiero que vosotros tengáis comunión con los demonios. No podéis
beber de la copa del Señor y, a la vez, de la copa de los demonios; ni podéis
participar de la mesa del Señor y, a la vez, de la mesa de los demonios.”?
(1 Corintios, 10:18-21)
Y Juan: “Sabemos que todo el que ha nacido de Dios,
no comete pecado, porque el Engendrado de Dios le protege y el Maligno no le toca.
Sabemos que somos de Dios, pero que el mundo entero se encuentra bajo el
poder del Maligno. También sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha
dado el entendimiento que nos permite conocer al Verdadero. Y nosotros estamos
en el Verdadero, en su Hijo, Jesucristo. Éste es el Dios Verdadero y la vida
eterna.
Hijitos,
guardaos de los ídolos.”
(1ª Juan, 5:18-21)
Y una cosa más: ¿cómo podía
asegurar Juan, dos milenios atrás, “que
el mundo entero se encuentra bajo el poder del Maligno”? ¿Qué se sabía del
mundo entero, hace dos mil años?
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