jueves, 14 de noviembre de 2013

Dios.


Dios.

 
Dice la Escritura: Vienen días, declara el Señor, en que sembraré la casa de Israel y la casa de Judá de simiente de hombre y de simiente de animal. Y como velé sobre ellos para arrancar y para derribar, para derrocar, para destruir y para traer calamidad, así velaré sobre ellos para edificar y para plantar, declara el Señor.” (Jeremías, 31: 27-28)
Veamos: El versículo 28 denota claramente un antes y un después; “como velé sobre ellos para arrancar y para derribar, para derrocar, para destruir y para traer calamidad, así velaré sobre ellos para edificar y para plantar”. ¿Podría deducirse, de esto, que ha existido un “Dios” malo antes de llegar al “Dios” bueno? ¿Podría entenderse que una primera versión de “Dios”, o que la primera forma de entender a “Dios” por parte del ser humano, más que para edificar y plantar, sólo ha servido para destruir y traer calamidad? ¿Podríamos plantear, en tal caso, que el supuesto “Dios” de la religión pudiera ser el verdadero “Demonio” bíblico?
Veamos: El versículo 28 denota claramente un antes y un después; y, curiosamente, viene precedido de un versículo 27 que trata de asentar el momento en que esto va a producirse: Vienen días, declara el Señor, en que sembraré la casa de Israel y la casa de Judá de simiente de hombre y de simiente de animal.” Otra clave: ¿Qué significa “de simiente de hombre y de simiente de animal”? Podría interpretarse que “Dios” es el creador de todos los animales de la tierra. Lo cual es rigurosamente cierto cuando nos referimos a la natura, la gran creadora. Pero, ¿qué dice el versículo? Pues dice: “declara el Señor”, y éste, una vez más, no es la natura sino el Hombre. Y ¿cómo entender, pues, que el Hombre pueda sembrar simiente de hombre y simiente de animal? Recordemos las palabras de Isaías: “El orgullo del hombre será humillado, la arrogancia humana será abatida, y sólo el Señor será exaltado en aquel día,” (Isaías, 2:18) Isaías nos está diciendo que, bíblicamente hablando, el ser humano sigue recibiendo el trato de simple animal. Y sólo cuando somos capaces de rebajarnos hasta tal realidad, es cuando podemos empezar a entender los pasajes de la creación, el diluvio, o de un largo etcétera.
Simiente de hombre y simiente de animal”. Todos los seres humanos proceden de la misma simiente, pero por una simple cuestión de recombinaciones cromosomáticas, dos tercios de la población del mundo están condenados a quedarse en “chimpanloro”, mientras que el otro tercio seguirá su camino hacia el Hombre, conformando el ADN de “Cristo”. Tal es la realidad. Y sólo a partir del conocimiento de dicha realidad, será cuando podrá devenir el otro “Dios” postrero, “para edificar y plantar”; el “Dios” bueno.
Dice el Evangelio: “Lo mismo sucedió en los tiempos de Lot: la gente bebía y comía, compraba y vendía, sembraba y construía; pero cuando Lot salió de la ciudad de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre y todos murieron. Así será el día en que se manifieste el Hijo del hombre”. (Lucas, 17:28-30) Y ¿por qué habría de llover del cielo fuego y azufre, el día que se manifieste el Hijo del hombre? Pues, porque para el Hijo del hombre ya no hay misterios, y sabe que ese supuesto “cielo” de la religión, emanado de su contrato con el reino de los muertos, sólo puede ser el infierno bíblico, a cuyos demonios han estado adorando como si fuesen “Dios”.
¿Por qué dice la Escritura: “El Dios Santo, luz de Israel, se convertirá en llama de fuego, y en un día quemará y destruirá todos los espinos y matorrales que hay en el país.”? (Isaías, 10:14)
O ¿por qué nos recuerda Pablo que: “quienes comen la carne de las víctimas del sacrificio están en comunión con el altar. Con esto no quiero decir que la carne sacrificada a los ídolos, o los mismos ídolos, tengan valor alguno. Lo que digo es que estos sacrificios no los ofrecen a Dios, sino a los demonios. Y yo no quiero que vosotros tengáis comunión con los demonios. No podéis beber de la copa del Señor y, a la vez, de la copa de los demonios; ni podéis participar de la mesa del Señor y, a la vez, de la mesa de los demonios.”? (1 Corintios, 10:18-21)
Y Juan: “Sabemos que todo el que ha nacido de Dios, no comete pecado, porque el Engendrado de Dios le protege y el Maligno no le toca. Sabemos que somos de Dios, pero que el mundo entero se encuentra bajo el poder del Maligno. También sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado el entendimiento que nos permite conocer al Verdadero. Y nosotros estamos en el Verdadero, en su Hijo, Jesucristo. Éste es el Dios Verdadero y la vida eterna.
Hijitos, guardaos de los ídolos.” (1ª Juan, 5:18-21)

Y una cosa más: ¿cómo podía asegurar Juan, dos milenios atrás, “que el mundo entero se encuentra bajo el poder del Maligno”? ¿Qué se sabía del mundo entero, hace dos mil años?

 

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