lunes, 30 de septiembre de 2013

Neoliberalismo: ¿La III guerra mundial?


Neoliberalismo:  ¿La III guerra mundial?
 

Tiremos de objetividad. Ante los precedentes históricos, muchos son los ciudadanos que opinan que nuestra situación actual sólo podría resolverse con una tercera guerra mundial, donde muriera gran parte de la población, y así habría futuro y prosperidad para los supervivientes. Y el razonamiento tiene su fundamento, aunque, en la actualidad, carece de toda lógica. Las grandes guerras mundiales se disputaron entre los países más desarrollados, lo cual, actualmente, representaría una guerra entre países militarmente aliados y, en el caso de Europa, incluso económicamente ensamblados. Además, pretender provocar una especie de “guerra civil” entre los propios aliados, a siglo XXI, no pinta nada fácil. Históricamente, las guerras se han debido siempre a motivos religiosos o estratégicos. Pero en una sociedad donde ya nadie cree en dios, salvo por interés u “opuscación”, ni nadie cree ya en los políticos, salvo por interés u omisión, difícilmente podría conseguirse arrastrar a las masas hacia un suicidio voluntario.
Por otro lado, entablar una guerra santa contra países tercermundistas, pese a que mundial, no pasaría de ser como unas maniobras que acabarían beneficiando, de esa pretendida despoblación, al propio enemigo. Ellos, pobrecillas víctimas con el futuro resuelto, y occidente superpoblado y todavía peor visto.
¿Qué queda entonces? El neoliberalismo; conseguir los mismos efectos sin arrojar una sola bomba. ¿Cómo se cocina? Fácil: estableciendo un sistema ortopédico de selección artificial. Ante una precaria oferta de trabajo elegimos a los candidatos más titulados, y con mayor dominio de idiomas, para realizar las tareas más cutres y con los sueldos más miserables. Así, y de un solo plumazo, reinstalamos a la clase media en recursos humanos y dejamos a la clase obrera ante una simple disyuntiva: emigrar o morirse de hambre. Et ¡voilà! Desaparece la clase media y aniquilamos a la clase obrera; cuatro primates arriba mandando, y el mundo entero a sus pies.
Sólo existe una alternativa posible, y empieza con una democracia directa.
¡Despertad! Que nos la están dando con queso.

 

lunes, 23 de septiembre de 2013

Conciencia de Dios; consciencia de creador.


     Conciencia de Dios; consciencia de creador.

 
Dice el nazareno: “Aquel día ya no me preguntaréis nada. Os aseguro que el Padre os dará todo lo que le pidáis en mi nombre. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre: pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa.” (Juan, 16:23-24)
Estos dos versículos tienen mucho sentido, y siguen perfectamente vigentes en la actualidad. Pero, para poder adivinar su intención, resulta imprescindible saber de qué nos están hablando; entre otras cosas para evitar el ridículo de encontrarse conferenciando con un amigo invisible, o pidiéndole cosas a una escayola o a un pedazo de madera. La cosa no iba por ahí.
Recordemos aquel versículo 19 del capítulo doce de la segunda carta de Pablo a los Corintios: estamos hablando en presencia de Dios y como quienes pertenecen a Cristo.” ¿Sería ésta, simplemente, la forma de expresarse de alguien que posee el “Espíritu Santo”, o la de alguien que ya sabe de qué está hablando? Porque, por otro lado, el testimonio de Juan acaba diciendo: “A Dios nunca le ha visto nadie. El Unigénito, que se encuentra en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer.” (Juan, 1:18) De hecho, hasta el día de hoy, “A Dios nunca le ha visto nadie”, sin embargo, Pablo se atreve a decir: “estamos hablando en presencia de Dios”, y aún añade “y como quienes pertenecen a Cristo”; es decir: denota un doble conocimiento de causa. O lo que es lo mismo: sabe de qué está hablando.
De todos modos, y para poner un par de ejemplos prácticos, si ahora alguien os dijera: “la verdad es que esto del matrimonio de conveniencias… no acabo de verlo”, ¿qué entenderías que os está diciendo? O cuando se nos plantea un problema de lógica y no sabemos dar con la solución, ¿no es cierto que lo primero que solemos decir es: “no lo veo”? Y la pregunta obligada ahora sería: ¿Podría ser en este otro sentido de “ver”, que a Dios nunca le haya visto nadie? Es decir: ¿que el concepto “Dios” nunca lo haya sabido entender todavía nadie, y que cuando Pablo nos dice “hablamos en presencia de Dios y como quienes pertenecen a Cristo”, manifieste el conocimiento de una realidad que ni el propio cristianismo puede presumir de haber dado a conocer? ¿Aaaaaah que zi?
Y es que sobrevivir dos mil años gracias a la inescrutabilidad de los caminos de Dios, ya empezaba a ser mucha supervivencia; y demasiada incredulidad también. Sí, sí: “incredulidad”; los creyentes son unos incrédulos. Se han hecho fuertes, en el desconocimiento, descreyendo las palabras de su propia versión de Jesucristo: “Porque nada hay oculto que no deba ser manifestado; ni escondido, que no llegue a entenderse y salir a la luz.” (Lucas, 8:17) ¿Cómo pretenden salvar nuestras almas, quienes ni siquiera han sabido cuidar de las suyas? “Hay que tener fe y creer”, nos exhortan. Pero, tener fe ¿en qué?, y creer ¿en qué? Al menos Germinis Dei tiene fe en el individuo y en el futuro de la humanidad, y cree en la continuidad genética. Al menos tengo fe y creo en lo que era desde el principio. Porque lo que ha venido siendo desde el principio, eso sí que ya está visto, entendido y contrastado: VIDA.
No deben extrañarnos, pues, las palabras del nazareno: “Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre”, ni tampoco “que el Padre os dará todo lo que le pidáis en mi nombre”, pese a que “a Dios nunca le ha visto nadie”. Pues una vez alcanzado el conocimiento, una vez visto y entendido el fenómeno “Dios”, por primera vez “estamos hablando en presencia de Dios y como quienes pertenecen a Cristo”, no en sentido figurado, como en las Escrituras, sino en nuestra más cotidiana realidad. Y si esto es así, es porque ahora sí que “el Unigénito, que se encuentra en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer.” Otro enigma que queda resuelto: “el Unigénito, que se encuentra en el seno del Padre,”; como ya expliqué en “sabadingo”, hablamos de una primera versión de “Cristo” que empieza a manifestarse en el hombre, el “Cordero de Dios”, por eso se encuentra aún en el seno del Padre: en ese tercio de la humanidad que acabará conformando su ADN. Y si el “Padre” consiste en esto, y “Cristo” es el producto final de nuestra evolución, ¿quién ha pedido alguna vez algo en nombre de Cristo? ¿Acaso no es Germinis Dei quien, por primera vez, expone que nuestro deber como especie implica procurar que ese hombre futuro llegue a nacer, y advierte sobre la imperiosa necesidad de cambiar este infierno de mundo para poder garantizar que nuestra evolución llegue a buen término, y esto es a Cristo?
Amigos míos, la ignorancia nos está matando. La religión y el amor al dinero han distraído nuestra atención del verdadero sentido de la vida: una, prometiéndonos cosas cuya concesión jamás dependió de ella, y el otro vendiéndonos ciertas comodidades que igualmente podríamos disfrutar sin tener que comprarlas. Urge reorganizar esto. Urge crear una nueva civilización. Urge establecer el reino de Dios. Porque ahora ya sabemos de qué estamos hablando. Y también sé que, por primera vez, alguien lo está haciendo ante el Dios viviente, ahora sí, y como quien pertenece a Cristo. Pues por primera vez empezamos a tener conciencia de Dios; y esto es: consciencia de creador.

Examinaos a vosotros mismos y ved si estáis firmes en la fe. Poneos a prueba. ¿No os dais cuenta de que Jesucristo está en vosotros? ¡A menos que hayáis fracasado en la prueba! Confío, sin embargo, en que reconoceréis que nosotros no hemos fracasado. Y oramos a Dios para que no hagáis nada malo; no para demostrar que nosotros hemos pasado la prueba, sino simplemente para que hagáis el bien, aunque parezca que nosotros hemos fracasado. Porque no podemos hacer nada en contra de la verdad, sino solamente a favor de la verdad.” (2 Corintios, 13:5-8)

lunes, 16 de septiembre de 2013

Ateísmo.


Ateísmo.


Titulares destacables para el ateísmo:
“Niña yemení de ocho años muere por lesiones sexuales en su noche de bodas.”
“Israel pide a las editoriales que eliminen la educación sexual de sus libros de texto.”
“Bahréin albergará al Tribunal Árabe de Derechos Humanos, pese a las torturas.”
“Según Estados Unidos, el régimen sirio cuenta con el respaldo de Irán y del grupo islámico radical Hizbulá.”

Titular preocupante para un posateísta:
“Más de 200.000 personas, dispuestas a hacer un viaje sin retorno a Marte.”

Dice Pablo: “En mi otra carta os decía que no debéis tener trato con quienes lleven una vida inmoral. Con esto no quería decir que os apartarais por completo de todos los que en este mundo son inmorales, avaros, ladrones o idólatras, pues para eso tendríais que saliros del mundo. Lo que quise decir es que no debéis tener trato con ninguno que, llamándose hermano, sea inmoral, avaro, idólatra, chismoso, borracho o ladrón. Con gente así, ni siquiera os sentéis a comer. No me toca a mí juzgar a los de fuera; Dios será quien los juzgue. Pero vosotros debéis juzgar a los de dentro. Por eso, quitad a ese pecador de en medio de vosotros. (1ª Corintios, 5:9-13)

No perdamos el tiempo viendo la paja en el ojo de los demás y fijémonos en la viga que llevamos en el nuestro. Amigos ateos: el ateísmo es un camino; no una meta. Es la gran autopista que conduce hacia la verdad; pero la verdad no es la autopista. De poco sirve transcribir frases célebres de reconocidos ateos, sólo porque suenen ingeniosas, sin haber entendido siquiera el concepto o la razón por la que fueron pronunciadas. No nos durmamos en unos supuestos laureles que todavía nadie ha podido recibir por no haber llegado aún a la meta. Discrepo de quienes opinan que el ateísmo es como otra religión, pero a menudo entiendo por qué lo dicen. Recordad las palabras de Zarathustra: “…y aún el más grande de nosotros sigue siendo algo a superar.” Y también: “Aún no ha llegado el Superhombre. Mas ya he visto desnudos a los dos hombres, al más grande y al más diminuto. Aún se parecen demasiado los dos. En verdad, al más grande lo encontré todavía… demasiado humano.
Los creyentes están adorando la meta sin haber encontrado el camino, mientras que los ateos se conforman con adorar el camino, convencidos de que no existe ninguna meta al final de éste. Pero lo cierto es que la meta que adoran los creyentes se encuentra justo al final del camino que están adorando los ateos. Difícil encrucijada para el posateísmo; y embarazoso dilema para el Superhombre.

 

 

jueves, 5 de septiembre de 2013

Sabadingo.


Sabadingo.

 
        “…no olvidéis que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día”. (2 Pedro, 3:8) Ni tampoco que no existe más creador que la natura ni más Señor que el hombre, y que por Cristo debemos entender el producto final de nuestra evolución: el Hijo del hombre. Y el séptimo día es el día del Señor; poco importa querer llamarlo sábado o domingo, lo trascendente es querer entender que se trata del último milenio de nuestra evolución. Por eso dice el nazareno: “Y la voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda a ninguno de los que me ha dado, sino que los resucite el último día. Porque la voluntad de mi Padre es que todo aquel que ve al Hijo de Dios y cree en él, tenga vida eterna, y yo le resucitaré el último día.” (Juan, 6:39-40)
Y el último día no es el día del juicio final, ni mucho menos. El concepto que hasta ahora ha querido entender la humanidad por “fin del mundo” es totalmente erróneo, pues, tras el juicio final, nuestra evolución prosigue durante otros mil años. Está escrito en Apocalipsis: “También vi tronos, y en ellos estaban sentados los que habían recibido autoridad para juzgar. Vi también, vivos, a aquellos a quienes habían decapitado por ser fieles al testimonio de Jesús y al mensaje de Dios. Ellos no habían adorado al monstruo ni a su imagen, ni se habían dejado poner su marca en la frente o en la mano. Y vi que volvieron a vivir y que reinaron con Cristo mil años.” (Apocalipsis, 20:4)
Este versículo refleja y resume perfectamente el razonamiento que estoy exponiendo: “También vi tronos, y en ellos estaban sentados los que habían recibido autoridad para juzgar”, indica que ya llegó el momento del juicio. “Vi también, vivos, a aquellos a quienes habían decapitado por ser fieles al testimonio de Jesús y al mensaje de Dios.” Veamos: a nadie le van a cortar la cabeza, pero sí es cierto que, por lo que atañe a nuestra trascendencia, siempre han querido considerar como muertos para la vida eterna a los no bautizados y excomulgados. Pero el mismo conocimiento que inspira el juicio final, otorgando autoridad para juzgar, desvela la verdadera realidad de nuestra existencia, permitiendo comprender que el camino hacia esa eternidad jamás dependió del seguimiento de ciertos rituales impuestos por la religión, por ni siquiera hallarse en las creencias. Ateos de mi esperanza: “Ellos no habían adorado al monstruo ni a su imagen, ni se habían dejado poner su marca en la frente o en la mano.” Por eso, y muy a pesar de estar condenados por toda religión, el versículo insiste en aclarar: “Y vi que volvieron a vivir y que reinaron con Cristo mil años.” De lo que se desprende que, tras ese supuesto “fin del mundo”, todavía quedan otros mil años de evolución para la humanidad: el último día; llamémosle ¿sabadingo?
Y al hilo de lo expuesto surgen dos preguntas obligadas: ¿en qué consiste, pues, el fin del mundo? y, si consideramos a “Cristo” como el producto final de nuestra evolución, ¿cómo podría reinar esos mil años con nosotros?
Chupao.
Y empezaremos por la segunda. Veamos: a vuestro criterio, ¿cuándo se encuentra más cerca de sus raíces un embrión: el día después de su concepción o el día antes de su nacimiento? (Y todos en voz baja: ¡antes de su nacimiento!) Pues bien: cuando Cristo se presenta por primera vez en el mundo, no lo hace de cuerpo presente, sino en ADN esparcido entre la humanidad (pueblo elegido, y fenómeno “diáspora”). Por lo tanto, no se presenta aún como Cristo, sino como “Cordero”. Para decirlo de una forma más sencilla: no como bebé nacido, sino como un sietemesino que, ya casi formado, todavía debe permanecer otros dos meses dentro del vientre de la madre. Igualmente nosotros, que desarrollamos una evolución de siete mil años, empezamos a ser ahora como una especie de sietemesinos, en quienes empieza a manifestarse la mente de Cristo, pendientes aún de permanecer otros mil años dentro del vientre de nuestra madre, que es la Tierra, hasta que el Cristo quede formado. Y sería precisamente en este nuevo ser humano, dotado ya con la mente de Cristo, donde nacería el mito del hombre-dios: Mesías, Cordero de Dios, último Adán, Jesucristo, el Superhombre de Nietzsche, o mi propio Germinis Dei, siendo esta la explicación de cómo podría Cristo reinar con el hombre durante esos últimos mil años. Reinará con el hombre porque está “en” el hombre; argumento que también nos desvelaría el enigma de “Emmanuel”. Que no es que baje Cristo a reinar con nosotros, sino que, por evolución, surge de nosotros mismos, y así establecemos el reino.
En cuanto al “fin del mundo”, ¿qué podría contaros que no hayáis deducido ya? Al establecer el reino de Dios, el viejo mundo queda en el pasado. El reino de Dios es el mundo futuro, pero, entendiendo como tal, el futuro de este mundo. No hay más “otro mundo” que el futuro en éste; tal es la realidad. Ni existe otro “más allá” que el propio futuro de la humanidad. Y todos los misterios derivan de no haber sabido entender esto. Pero lo cierto es que cuando la estupidez de la mayoría nos obliga a llevar una vida infernal, más que el derecho, tenemos casi el deber de quejarnos para refutarlos y aleccionarlos. Somos modestos, pero no idiotas. Somos discretos, pero no gilipollas; nuestro silencio no otorga. Callamos, sí, pero no porque estemos conformes con nada. Observamos, escuchamos, cavilamos e intentamos comprender lo incomprensible de este mundo. Y por propia modestia solemos pensar que ciertas situaciones nos sobrepasan y no somos capaces de entenderlas, cuando en realidad somos nosotros quienes hemos sobrepasado el nivel de dichas situaciones y conceptos, y por eso carecen de todo sentido para nosotros. Porque no hay nada que entender. Porque todo lo que acontece en este mundo es fruto de un absurdo que escapa a toda lógica y a toda razón. Somos gente de paz inmersa en un mundo de chiflados y violentos rezagados que siguen vendiendo la paz como una utopía.
Amigos míos, a día de hoy, sólo existe una utopía: pretender un “más allá” plagado de primates. Inviable. No habrá lugar para esa clase de hombres en nuestro futuro. No hay lugar para lo absurdo en el reino de Dios.






      Dices que eres rico, que te ha ido muy bien y que nada te hace falta; y no te das cuenta de que eres un desdichado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por eso te aconsejo que compres de mí, oro refinado en el fuego (sabiduría) para que seas realmente rico; y que compres de mí, ropas blancas (conocimiento) para vestirte y cubrir tu vergonzosa desnudez, y colirio para aplicártelo a los ojos (ciencia) y que veas. Yo reprendo y corrijo a los que amo. Por lo tanto, sé fervoroso y vuélvete a Dios (natura). Mira, yo (hombre segundo) estoy llamando a la puerta: si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos. A los vencedores les daré un lugar conmigo en mi trono (democracia directa), así como yo vencí y me senté con mi Padre en su trono (en una anterior generación). ¡Quien tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias! (evolución)
(Apocalipsis, 3:17-22)