2013, año de la revelación.
El próximo 24 de noviembre termina lo
que los cristianos han querido denominar “AÑO DE LA FE 2012-2013”; estrafalario
año de 411 días, comprendidos entre el 11 de octubre de 2012 y el 24 de
noviembre del presente. Y este bloc solamente ha pretendido ser una especie de
antídoto ante una inusual, descomedida y absurda tentativa de agitar a una
sociedad, demasiado cansada ya de toda índole de fraudes, como para venir ahora
removiendo con pestilencia un vómito que, a siglo XXI, todos creíamos obsoleto.
Un año de la fe que nos ha pillado un
poco creciditos como para seguir insistiendo en esas fábulas ingeniosamente tramadas,
que ya nos comentaba Pedro en su epístola segunda, y que difícilmente puedan
seguir asustando a nadie: “Os dimos la
enseñanza acerca del poder y el regreso de nuestro Señor Jesucristo, no
basándonos en fábulas ingeniosamente tramadas, sino tras haber contemplado su grandeza con nuestros propios
ojos.” (2 Pedro, 1:16) El miedo, pues, ha dejado de ser la mejor opción
para educar a una sociedad que ya no se asusta de nada. Y, parafraseando a Pablo, diríamos que “Mientras el heredero es niño, no se
diferencia en nada de un esclavo de la familia, aunque en realidad sea el dueño
de todo. Hay personas que cuidan de él y que se encargan de sus asuntos hasta el
tiempo señalado por el padre. Lo mismo
pasa con nosotros: durante nuestra niñez, estábamos, por así decirlo, sometidos
a los poderes que dominan este mundo. Pero
cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, sometido a la ley de
Moisés, para dar libertad
a los que estábamos bajo esa ley, para que Dios nos recibiera como a
hijos. Y para
mostrar que ya somos sus hijos, Dios envió el Espíritu de su Hijo a nuestro corazón; y el
Espíritu grita: “¡Abbá! ¡Padre!”. Así pues, tú ya no
eres esclavo, sino hijo de Dios; y por ser su hijo, es voluntad de Dios que
seas también su heredero.” (Gálatas, 4:1-7)
Y la humanidad ha superado ya su niñez;
al menos en occidente. La sociedad del siglo XXI tiene hambre y sed de
conocimientos, y no de rituales surgidos del simple y llano desconocimiento;
eso ya no convence a nadie. O peor aún: sólo puede convencer a los todavía nadie.
Pues ya no se trata de una cuestión de fe, ni de mayor o menor espiritualidad,
sino de estricta comprensión de lectura. O ¿de cuántas maneras pueden
interpretarse estas palabras de Pablo?: “Dios
nos resucitó juntamente con Cristo Jesús y nos hizo sentar con él
en el cielo. Hizo esto para mostrar en los tiempos futuros el gran
amor que nos profesa y su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Pues por la
bondad de Dios habéis recibido la salvación por medio de la fe. No es esto
algo que vosotros mismos hayáis conseguido, sino que os lo ha dado Dios. No es el resultado de las propias
acciones, de modo que nadie puede jactarse de nada; pues Dios es quien
nos ha hecho, quien nos ha creado en Cristo Jesús para que hagamos buenas
obras, según lo que había dispuesto de antemano.” (Efesios, 2:6-10)
¿Habla esto
en favor de alguna religión: “No
es esto algo que vosotros mismos hayáis conseguido” ni “es el resultado de las propias acciones,
de modo que nadie puede jactarse de nada”?
Recordad las
palabras de Pedro: “Esos
maestros son como pozos sin agua, como nubes llevadas por el viento; están condenados
a pasar la eternidad en la más negra oscuridad. Dicen cosas altisonantes y vacías, y con
vicios y deseos humanos seducen a quienes a duras penas logran escapar de los
que viven en el error. Les prometen libertad, siendo ellos mismos esclavos de corrupción,
porque todo hombre es esclavo de aquel por quien se deja dominar. Pues los que han conocido al Señor y
Salvador Jesucristo, y han escapado así de las impurezas del mundo, si otra vez
se dejan enredar y dominar por ellas, quedan peor que antes. Más les habría valido no conocer el camino
recto que, después de haberlo conocido, apartarse del santo mandamiento que les
fue dado. En ellos se ha cumplido la verdad de aquel dicho: “El perro vuelve a
su vómito”, y de este otro: “La puerca recién bañada vuelve a revolcarse en el
lodo.” (2 Pedro, 2:17-22)
Una vez más: sólo existe una explicación
para que ellos puedan hablar en pasado de lo que a nosotros todavía nos depara
el futuro: que ya hayan pasado por todo esto antes que nosotros, en una
anterior generación de Hombres surgida de la Tierra. Como dice la Escritura: “Lo que fue, eso será, y lo que se hizo, eso
se hará; no hay nada nuevo bajo el sol. ¿Hay algo de que se pueda decir: Mira,
esto es nuevo? Ya existía en los siglos que nos precedieron.” “Lo que es, ya ha sido, y lo que será, ya
fue, y Dios busca lo que ha pasado.” (Eclesiastés, 1:9-10 y 3:15)
“Después torné yo a mirar para ver la sabiduría y los desvaríos y la
necedad; porque ¿qué podrá hacer el hombre que venga después del rey, sino lo
que ya ha sido hecho?” (Eclesiastés, 2:12)
No hay comentarios:
Publicar un comentario