jueves, 30 de mayo de 2013

La mujer.




La  mujer.


Antes de empezar a proclamar como un poseso la inminente llegada del reino de Dios, (…y ahora que digo “poseso”, que no se entere Rouco), no quisiera omitir la raíz de uno de los temas que más ha perjudicado a la parte femenina de la humanidad a lo largo de la historia. Y hablo de la raíz del tema, no del problema, que, como siempre, se debió a la apresurada interpretación a destiempo de unos textos cuyo contenido escapaba al entendimiento del hombre primero.
Veamos: ¿Qué tiene de malo la “mujer”, bíblicamente hablando? Pues, ni más ni menos, todo lo que haya podido tener de malo el primer hombre. Entendamos esto: en nuestra humana simbiosis, que sería “hombre” revestido de mamífero para poder realizar gestación heptamilenaria, se empieza siendo más mamífero que otra cosa, para acabar siendo esa “otra cosa”, llamémosle Hombre, al final de la evolución. Y porque la natura es así, a la hora de poner en marcha semejante proceso, sólo existe la opción de inseminar a una hembra. De manera que todo lo que hay de mamífero en el ser humano, procede de la parte materna; procede de la “mujer”. Resultando que al principio de la evolución somos más parecidos a la “mujer”, y al final más parecidos al Hombre. Luego “mujer” sería la forma empleada en las Escrituras para referirse a lo que Pablo define como “primer Adán”.
Por eso es a la mujer, cohabitante de cuerpo con el aún escaso Hombre del primer Adán, a quien se responsabiliza de haber comido del árbol prohibido, y de darle así de comer también a él. Que no es que ella comiese primero y luego le diera de comer a él, sino que comiendo ella, ya comieron ambos; pues nos estamos refiriendo a las dos naturalezas que coexisten en el ser humano.
Admito que no era fácil. Pero, como todo, si no lo entiendes, déjalo. Jamás se me ocurriría discutir, o replantear, ninguna fórmula de Einstein. Confieso que en ese campo soy una nulidad. Y no por ello me siento inferior, ni tengo ningún tipo de complejo; sencillamente, sé que no es lo mío.
Y, volviendo al tema, por eso dice la Escritura: “En aquel día los egipcios serán como mujeres, y temblarán y estarán aterrados ante la mano alzada que el Señor de los ejércitos agitará contra ellos.” (Isaías, 19:16) Y en otro lugar: “He aquí a tu pueblo: sólo mujeres en medio de ti. A tus enemigos se abren de par en par las puertas de tu tierra; el fuego devora tus cerrojos.” (Nahúm, 3:13) Y también: “Los valientes de Babilonia dejaron de pelear, se estuvieron en sus fuertes; les faltó su fortaleza, se tornaron como mujeres; encendieron los enemigos sus casas, quebraron sus cerrojos.” (Jeremías, 51:30)

Y yo pregunto: ¿quién podría superarnos ahora en el manejo de “la espada”?
Espada contra los impostores, y se volverán necios. Espada contra sus valientes, y serán destrozados. Espada contra sus caballos y contra sus carros, y contra todos los extranjeros que están en medio de ella, y serán como mujeres. Espada contra sus tesoros, y serán saqueados.” (Jeremías, 50:36-37)

Espada contra sus tesoros, y serán saqueados. Pues “vengo como un ladrón”, dice el decimoquinto versículo del capítulo dieciseisavo de Apocalipsis, y prosigue: “Dichoso el que se mantiene despierto y conserva su ropa, para no andar desnudo dejando ver la vergüenza de su desnudez.” Y la supuesta “invasión y caída de Nínive”, del profeta Nahúm, no tiene desperdicio.

¡Ay de ti, ciudad sanguinaria, llena de mentira y violencia: tu rapiña no tiene fin! ¡Chasquido de látigo, estruendo de ruedas! ¡Galopar de caballos, carros que saltan! ¡Carga de caballería! ¡Brillo de espada, resplandor de lanza! ¡Miles de heridos, montones de muertos! ¡Cadáveres sin número! ¡La gente tropieza con ellos! Y todo esto por culpa de las prostituciones de esa ramera llena de gracia y hermosura, maestra en brujerías, que con sus prostituciones y hechizos embaucaba a pueblos y naciones.
El Señor todopoderoso afirma: “Aquí estoy contra ti: te levantaré el vestido hasta la cara, para que las naciones te vean desnuda y los reinos vean tu vergüenza. Echaré suciedad sobre ti; te cubriré de deshonra y haré de ti un espectáculo.
“¡Cómo duermen tus pastores, oh rey de Asiria! Tus oficiales descansan, tus tropas andan dispersas por los montes y no hay quien las reúna. ¡No hay remedio para tu herida; tu llaga es incurable! Todos los que oyen tu desgracia aplauden de alegría, pues ¿quién no sufrió tu maldad sin fin?  (Nahúm, 3:1-6 y 18-19)

lunes, 27 de mayo de 2013

La gran tribulación.



La gran tribulación.


Por lo que a nuestra humana condición respecta, necesitamos este planeta otros mil años para poder finalizar la evolución. Pero a lo que el espíritu de “Dios” nos exhorta, es a dejar este planeta listo y a punto para que nuevas generaciones humanas puedan surgir de él, después de nosotros. La Tierra no es ninguna placenta, de usar y tirar, sino la matriz del universo. Placenta es el mamífero; ése sí es de usar y enterrar.
Bíblicamente se presupone que este razonamiento debería instarnos a replantear todas las cosas creadas por ese primer hombre, viejo y requemado, que, por ley de vida, ya no le queda más opción que seguir desapareciendo. Lo cual significaría que nos encontramos ante ése crucial momento de nuestra historia, o evolución, que las Escrituras contemplan como “la gran tribulación”; el triunfo de la natura sobre los intereses creados. En este sentido, el mensaje de Pablo en sus Epístolas es permanente: constantes alusiones a lo viejo y a lo nuevo, a lo pasado y a lo futuro, y a la imprescindible necesidad de cambio hacia una nueva mentalidad, que él identifica directamente con la mente de “Cristo”.

No os mintáis unos a otros, puesto que ya os habéis librado de vuestra vieja naturaleza y de las cosas que antes hacíais, y os habéis revestido de la nueva naturaleza: la del nuevo hombre, que se va renovando a imagen de Dios, su Creador, para llegar a conocerlo plenamente. Ya no tiene importancia el ser griego o judío, el estar circuncidado o no estarlo, el ser extranjero, inculto, esclavo o libre; lo que importa es que Cristo es todo y está en todos. ” (Colosenses, 3:9-16)

Por tanto, hermanos míos, os ruego por la misericordia de Dios que os presentéis a vosotros mismos como ofrenda viva, consagrada y agradable a Dios. Este es el verdadero culto que debéis ofrecer. No viváis conforme a los criterios del tiempo presente; por el contrario, cambiad vuestra manera de pensar, para que así cambie vuestra manera de vivir y lleguéis a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto.” (Romanos, 1-2)

En cuanto a vuestra antigua manera de vivir, despojaos de vuestra vieja naturaleza, que está corrompida por los malos deseos engañosos. Debéis renovaros en vuestra mente y en vuestro espíritu, y revestiros de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios y que se manifiesta en una vida recta y pura, fundada en la verdad.” (Efesios, 4:22-24)

Y también las cartas de Pedro tienen sus momentos:
Sabéis que habéis sido liberados de la manera absurda de vivir que habíais heredado de vuestros padres, no con nada corruptible, como la plata o el oro, sino con la sangre preciosa de Cristo, cordero  sin mancha ni defecto. Desde antes de crear el mundo, Dios ya lo había predestinado, y ahora, al fin de los tiempos, lo ha manifestado a vuestro favor: por él, vosotros creéis en Dios, que lo ha resucitado de entre los muertos y le ha dado la gloria. Por eso tenéis puestas en Dios la fe y la esperanza. Vosotros os habéis purificado obedeciendo a la verdad y ahora podéis practicar un amor sincero y verdadero. Amaos los unos a los otros intensamente y con un corazón limpio, ya que habéis sido engendrados de nuevo, no de una semilla corruptible, sino de una que es incorruptible: la palabra de Dios viva y eterna. Porque los hombres son todos hierba, y toda su gloria es como la flor de los prados. La hierba se seca y la flor cae, pero la palabra del Señor dura para siempre. Y esta palabra es el evangelio que os ha sido anunciado.” (1 Pedro, 1:18-25)

Y me reitero en que la única “palabra” que concuerda en todas partes es “Germen”: El Germen de Dios vivo y eterno. Pero el Germen del Señor dura para siempre; y más aún viniendo desde “no de una semilla corruptible”. Y también en los Evangelios podemos encontrar pistas terminantes en la parábola del sembrador, la parábola del crecimiento de la semilla, la parábola de la semilla de mostaza  ¿Cuánta semilla más hacía falta para entender?

Ah! Y por cierto: “y ahora, al fin de los tiempos, lo ha manifestado a vuestro favor”, ¿podía ser dos mil años atrás?

Llega, pues, “la gran tribulación”; pero le sigue “el reino de Dios”.

Por eso os digo que el reino de Dios os será quitado para dárselo a un  pueblo que lo haga fructificar.” (Mateo, 21:43)

FRUC-TI-FI-CAR

jueves, 23 de mayo de 2013

Mucho Pablo, mucho Pablo, es!, es!




Mucho Pablo, mucho Pablo, es!, es!


Ya estoy preparado para haceros mi tercera visita; y tampoco ahora os seré una carga, porque no busco vuestro dinero, sino a vosotros; pues son los padres quienes deben reunir dinero para los hijos y no los hijos para los padres. Y de buena gana gastaré todo lo que tengo, y aun a mí mismo me gastaré en bien vuestro, aunque parece que cuanto más os quiero menos me queréis vosotros.
No, yo no fui una carga para vosotros. Sin embargo, algunos dicen que os hice caer astutamente en una trampa. ¿Acaso os engañé por medio de alguna de las personas que os he enviado? A Tito le pedí que fuera a visitaros, y con él mandé al otro hermano. ¿Acaso os engañó Tito? ¿No es verdad que los dos nos hemos portado de la misma manera y con el mismo espíritu?
Tal vez penséis que nos estamos disculpando ante vosotros, pero no es así. Al contrario, estamos hablando en presencia de Dios y como quienes pertenecen a Cristo. Y todo esto, queridos hermanos, es para vuestra edificación espiritual. Porque temo que a mi llegada no os encontraré como quisiera, y que vosotros me encontraréis como no quisierais.”
(2 Corintios, 12:14-20)

Examinaos a vosotros mismos y ved si estáis firmes en la fe. Poneos a prueba. ¿No os dais cuenta de que Jesucristo está en vosotros? ¡A menos que hayáis fracasado en la prueba! Confío, sin embargo, en que reconoceréis que nosotros no hemos fracasado. Y oramos a Dios para que no hagáis nada malo; no para demostrar que nosotros hemos pasado la prueba, sino simplemente para que hagáis el bien, aunque parezca que nosotros hemos fracasado. Porque no podemos hacer nada en contra de la verdad, sino solamente a favor de la verdad.” (2 Corintios, 13:5-8)

¿Dónde está entonces la alegría que sentíais? Porque yo os doy testimonio de que si hubiese sido posible, os hubierais sacado vuestros propios ojos para dármelos. ¿Me he vuelto ahora vuestro enemigo por deciros la verdad?” (Gálatas, 4:15-16)

Antes de darse la ley estaba ya el pecado en el mundo, aunque el pecado no se toma en cuenta cuando no hay ley. Sin embargo, desde el tiempo de Adán al de Moisés reinó la muerte sobre los que pecaron, por más que el pecado de ellos no consistió en desobedecer un mandato, como en el caso de Adán, quien fue figura de aquel que había de venir.” (Romanos, 5:13-14)

La ley se añadió para que aumentase el pecado; pero cuanto más aumentó el pecado, tanto más abundó la bondad de Dios. Y así como el pecado reinó para traer muerte, así también la bondad de Dios reinó haciéndonos justos y dándonos vida eterna mediante nuestro Señor Jesucristo.” (Romanos, 5:20-21)

Tratándose, pues, de los intereses de Dios, puedo gloriarme en Jesucristo; y no me atreveré a hablar de nada que no haya obrado Cristo valiéndose de mi palabra o de mi obra, para traer a los gentiles a la fe, con la fuerza de señales y prodigios y el poder del Espíritu de Dios. De suerte que desde Jerusalén hasta la Iliria, y en todas direcciones, lo he llenado todo del Evangelio de Cristo. Sobre todo, me he impuesto el honor de predicar el Evangelio donde Cristo no había sido nombrado, para no edificar sobre fundamentos ajenos, sino según lo que está escrito: “Le verán aquellos a quienes no fue anunciado, y lo entenderán quienes de él no habían oído”.
Por lo cual me he visto impedido muchas veces de llegar hasta vosotros. Pero ahora, no teniendo ya campo de acción en estas regiones y deseando ir hacia vosotros desde hace bastantes años, espero pasar a veros de camino para España, y después de haberme llenado un poco de vosotros, remprender el viaje con vuestra ayuda.”Y sé que cuando vendré a vosotros, lo haré con la plena bendición de Cristo.
Os exhorto, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por la caridad del Espíritu, a que me ayudéis en esta lucha mediante vuestras oraciones a Dios por mí, para que me libre de los incrédulos de Judea, y que el servicio que me lleva a Jerusalén sea bien recibido de los santos, para que, llegando con gozo a vosotros por la voluntad de Dios, me recree en vuestra compañía. El Dios de la paz sea con vosotros. Amén.” (Romanos, 15:17-24 y 29-33)

Olvidémonos del término “oración” como sinónimo de plegaria, y remitámonos a la simple oración gramatical; todos sabemos lo que es un orador, ¿cierto? Pues bien, “a que me ayudéis en esta lucha mediante vuestras oraciones a Dios por mí”, es que le ayudemos a divulgar el verdadero sentido del Evangelio. En otro lugar nos recuerda igualmente: “Orad también por mí, para que Dios me dé las palabras que debo decir, y para que pueda hablar con valor y dar así a conocer el designio secreto de Dios contenido en el evangelio, del cual soy un embajador encadenado. Orad para que yo hable de él con valentía, como es mi obligación”. (Efesios, 6:19-20)

Ah! Y por cierto: ¿cuándo estuvo Pablo en España?
Y ¿cuándo se sirvió, Jesús de Nazaret, de la palabra o de la obra de Pablo para traer a los gentiles a la fe?