martes, 7 de mayo de 2013

Sabiduría.



Sabiduría.


Según la RAE, sabiduría tiene tres acepciones:

1. f. Grado más alto del conocimiento.
2. f. Conducta prudente en la vida o en los negocios.
3. f. Conocimiento profundo en ciencias, letras o artes.

En las Escrituras, el término “sabiduría” apunta hacia el grado más alto del conocimiento de “Dios”. Bíblicamente hablando, “sabio” sería el hombre que ya ha alcanzado dicho conocimiento. Luego, en consecuencia, cuando nos hablan de la “sabiduría del mundo”, claramente se refieren al conocimiento que el mundo pueda tener de “Dios”.
Y ¿qué conocimiento de “Dios” tiene el mundo, gracias a las religiones? Ninguno. Y ¿por qué toleran los creyentes dejarse “guiar”, espiritualmente, por simples hombres que no tienen ni idea de lo que están hablando? Gentes que tuvieron que recurrir a los espíritus, las almas y las vidas de ultratumba para poder perfilar un argumento, sin ninguna coherencia, a fin de que su manifiesta incapacidad de comprender las Escrituras pasara desapercibida.
Pero tal persuasión no podía ser eterna. La evolución nos hace crecer. Y este crecimiento nos aporta más inteligencia. Y esta inteligencia nos permite avanzar tecnológicamente. Y esta tecnología facilita nuevos descubrimientos científicos. Y esta ciencia nos ayuda a comprender cosas nuevas, incomprendidas hasta entonces. Y es ahora cuando, reconociendo a “Dios” en el hombre, todo puede empezar a tener sentido. Pues la “sabiduría del mundo”, el conocimiento que de “Dios” tienen las religiones, ya empieza a ser un absurdo para la propia mente humana.
 Dice Pablo: “Que nadie se engañe: si alguno de vosotros se cree sabio según la sabiduría de este mundo, vuélvase loco a fin de llegar a ser verdaderamente sabio. Porque la sabiduría de este mundo, acerca de Dios, es una locura. Como dice la Escritura: “Él atrapa a los sabios en la astucia de ellos.” Y también: “El Señor sabe que los pensamientos de los sabios son vanos.” Por eso, nadie debe gloriarse de ser seguidor de hombre alguno, pues todas las cosas son vuestras: Pablo, Apolos, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, el presente y el futuro.” (1 Corintios, 3:18-22)

“¿Dónde están los sabios de este mundo? ¿Dónde, los maestros de la Ley? ¿Dónde están los filósofos de este siglo? Dios ha convertido en locura la sabiduría de este mundo. Y como el mundo, moviéndose en la sabiduría de Dios, no quiso servirse de esta sabiduría para conocerle, Dios quiso servirse de la locura de la predicación para salvar a los creyentes.
Porque lo loco de Dios es más sabio que la sabiduría de los hombres; y lo flaco de Dios es más fuerte que los hombres.” (1 Corintios, 1:20-21 y 25)

Ciertamente, “lo loco de Dios es más sabio que la sabiduría de los hombres”, porque “la locura de la predicación”, los textos bíblicos, encierran mucha más sabiduría que las vanas y prontas conclusiones a las que quisieron llegar las religiones; sin aún, a día de hoy, haber entendido nada.

 Así lo dicen las Escrituras: “¡No hay ni un solo justo! No hay quien tenga entendimiento, no hay quien busque a Dios. Todos han ido por mal camino,  todos por igual se han pervertido. ¡No hay quien haga lo bueno! ¡No hay ni siquiera uno! Su garganta es un sepulcro abierto, su lengua es mentirosa, sus labios esconden veneno de víbora y su boca está llena de maldición y amargura. Sus pies corren ligeros a derramar sangre: destrucción y miseria hay en sus caminos y no conocen el camino de la paz. ¡Jamás tienen presente que hay que temer a Dios!”
Sabemos que lo que dice el libro de la ley, lo dice a quienes están sometidos a ella, para que todos callen y el mundo entero caiga bajo el juicio de Dios; porque Dios no declarará justo a nadie por haber cumplido la ley, ya que la ley sirve tan solo para hacernos saber que somos pecadores.  (Romanos, 3:10-20)

O sea: que esto tampoco iba para los ateos. ¡Cachis!

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