La gran tribulación.
Por lo que a nuestra humana condición
respecta, necesitamos este planeta otros mil años para poder finalizar la
evolución. Pero a lo que el espíritu de “Dios” nos exhorta, es a dejar este
planeta listo y a punto para que nuevas generaciones humanas puedan surgir de
él, después de nosotros. La Tierra no es ninguna placenta, de usar y tirar,
sino la matriz del universo. Placenta es el mamífero; ése sí es de usar y
enterrar.
Bíblicamente se presupone que este
razonamiento debería instarnos a replantear todas las cosas creadas por ese
primer hombre, viejo y requemado, que, por ley de vida, ya no le queda más
opción que seguir desapareciendo. Lo cual significaría que nos encontramos ante
ése crucial momento de nuestra historia, o evolución, que las Escrituras contemplan
como “la gran tribulación”; el triunfo de la natura sobre los intereses
creados. En este sentido, el mensaje de Pablo en sus Epístolas es permanente:
constantes alusiones a lo viejo y a lo nuevo, a lo pasado y a lo futuro, y a la
imprescindible necesidad de cambio hacia una nueva mentalidad, que él
identifica directamente con la mente de “Cristo”.
“No os
mintáis unos a otros, puesto que ya os habéis librado de vuestra vieja
naturaleza y de las cosas que antes hacíais, y os habéis revestido de la
nueva naturaleza: la del nuevo hombre, que se va renovando a imagen de Dios, su
Creador, para llegar a conocerlo plenamente. Ya no tiene importancia el
ser griego o judío, el estar circuncidado o no estarlo, el ser extranjero,
inculto, esclavo o libre; lo que importa es que Cristo es todo y está en
todos. ” (Colosenses, 3:9-16)
“Por
tanto, hermanos míos, os ruego por la misericordia de Dios que os presentéis a vosotros
mismos como ofrenda viva, consagrada y agradable a Dios. Este es el
verdadero culto que debéis ofrecer. No viváis
conforme a los criterios del tiempo presente; por el contrario, cambiad vuestra
manera de pensar, para que así cambie vuestra manera de vivir y lleguéis
a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato,
lo que es perfecto.” (Romanos, 1-2)
“En
cuanto a vuestra antigua manera de vivir, despojaos de vuestra vieja
naturaleza, que está corrompida por los malos deseos engañosos. Debéis
renovaros en vuestra mente y en vuestro espíritu, y
revestiros de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios y que se manifiesta
en una vida recta y pura, fundada en la verdad.” (Efesios, 4:22-24)
Y también las cartas de Pedro tienen sus
momentos:
“Sabéis
que habéis sido liberados de la manera absurda de vivir que habíais heredado de
vuestros padres, no con nada corruptible, como la plata o el oro, sino con
la sangre preciosa de Cristo, cordero
sin mancha ni defecto. Desde antes de crear el mundo, Dios ya lo había
predestinado, y ahora, al fin de los tiempos, lo ha manifestado a vuestro
favor: por él, vosotros creéis en Dios, que lo ha resucitado de entre los
muertos y le ha dado la gloria. Por eso tenéis puestas en Dios la fe y la
esperanza. Vosotros os habéis purificado obedeciendo a la verdad y ahora
podéis practicar un amor sincero y verdadero. Amaos los unos a los otros
intensamente y con un corazón limpio, ya que habéis sido engendrados de nuevo, no
de una semilla corruptible, sino de una que es incorruptible: la palabra
de Dios viva y eterna. Porque los hombres son todos hierba, y toda su gloria
es como la flor de los prados. La hierba se seca y la flor cae, pero la
palabra del Señor dura para siempre. Y esta palabra es el
evangelio que os ha sido anunciado.” (1 Pedro, 1:18-25)
Y
me reitero en que la única “palabra” que concuerda en todas partes es “Germen”:
El Germen de Dios vivo y eterno.
Pero el Germen del Señor dura para siempre; y más aún viniendo desde “no de una semilla corruptible”. Y
también en los Evangelios podemos encontrar pistas terminantes en la parábola
del sembrador, la parábola del crecimiento de la semilla, la
parábola de la semilla de mostaza…
¿Cuánta semilla más hacía falta para entender?
Ah!
Y por cierto: “y ahora, al fin de los
tiempos, lo ha manifestado a vuestro favor”, ¿podía ser dos mil años atrás?
Llega,
pues, “la gran tribulación”; pero le sigue “el reino de Dios”.
“Por
eso os digo que el reino de Dios os será quitado para dárselo a un pueblo que lo haga fructificar.”
(Mateo, 21:43)
FRUC-TI-FI-CAR
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