Mis principios.
Para quienes pudieran sospechar que
Germinis Dei se ha propuesto fundar una secta, o una nueva religión,
simplemente decirles que, hasta el día hoy, servidor sólo ha sido un discípulo más
de la filosofía del “mandra”; muchos ya sabrán a qué me refiero. Para poner un
ejemplo: ¿qué día de la semana íbamos a elegir ahora, si los sábados y los
domingos ya están cogidos? Y ¿qué se supone que tendríamos que hacer en
nuestras reuniones: cantar el viva la vida, saltando a la pata coja y mirando
hacia la Meca? “Mandra”. Y ¿qué bebida habría que consagrarle a la natura?
Bueno, eso sí lo sé: quina; la bebida que siempre ha precedido al “mandra”.
Mi propuesta es clara y concisa: Acabar
con la locura de la religión de una vez por todas. Y estoy convencido de que
sólo había una manera de hacerlo y que por esta razón nos la sirvieron en
bandeja: dejarlos a todos en evidencia. No pretendo defender una nueva interpretación
de las Escrituras a la antigua usanza, sino demostrar que ninguna religión fue
capaz de interpretarlas debidamente. Y, sin ningún tipo de acritud ni ánimo de
frivolizar, os puedo asegurar que contiene mucha más sabiduría cualquier guion
de las producciones Disney, que todas las interpretaciones de las Escrituras
habidas hasta el día de hoy.
¿Cuáles son mis principios? Fundamentalmente
me baso en cuatro cosas:
Primera: que existimos.
Segunda: que las Escrituras también
existen.
Tercera: que veo la revolución evolutiva
experimentada por la humanidad el pasado siglo XX, como un punto de inflexión
en las teorías de Darwin.
Y cuarta: que, en todo momento, mi
paranoia se ha visto reafirmada por el impagable Zarathustra de Nietzsche.
¿Podría estar equivocado? Por supuesto.
Aunque, avalado por Zarathustra, ¿qué religión discutiría con Germinis Dei, si
todos los monoteístas deben sus orígenes al propio Zoroastrismo?
Si hay verdad en las Escrituras, forzosamente debe tratarse de una verdad
única y, sin lugar a dudas, universal. Y si comparamos al ser humano actual con
el de tan solo cien años atrás, resulta evidente que aquí ha pasado algo más
que el simple progreso emanado de unos avances tecnológicos; pues éstos mismos
son la prueba más fehaciente de que aquí ha pasado, y sigue pasando, algo más.
Y lo que creo que está pasando, es que nos encontramos a las puertas de
una nueva civilización, un nuevo orden mundial, que la humanidad lleva seis mil
años esperando y que ya nos había sido anunciado; los judíos llevan cuatro mil
años intentando asimilar en qué consistía su tierra prometida, y los cristianos
dos mil en la antesala del reino de dios. Y que gracias a los conocimientos
científicos que poseemos a siglo XXI, ya no hace falta tener que creer que hay
vida después de la muerte para conseguir que los textos bíblicos adquieran
algún sentido. Pues ahora podemos basar nuestra
trascendencia en la propia evolución de la humanidad, para así poder llegar a
la conclusión de que, tras seis mil años de penosa historia, lo que ahora toca
es organizar la hegemonía del hombre, como individuo, que deberá prevalecer por
encima de toda institución, creencia o interés económico. Inscribir unas nuevas
tablas, nuevos valores para una nueva humanidad, que antepongan el proyecto
vida y evolución, al cual nos debemos, por encima de todas las obras creadas en
virtud de la inoperante acción del primer hombre, y que tanto nos han
fastidiado hasta consolidar este presente.
Y es la propia vida quien nos ha descubierto la posibilidad
de un hombre distinto, llegado por evolución. Un segundo hombre que nos obliga
a recordar, al menos a mí, al “Cristo” descrito en las cartas de Pablo o al
“Superhombre” de Nietzsche, en su Zarathustra, y entender que “los signos de
los tiempos” claman que ya llegó el “gran mediodía”, que lo hizo en pleno siglo
XX, y que seguimos durmiendo en el pajar; santa “mandra”.
Pero urge despertar. Ahora toca cambiar el mundo y procurar
sus cambios a la sazón. Debemos organizar la última civilización de la
humanidad, y sé que hay que empezar precisamente por aquí; no porque sea
visionario, ni acreedor de ningún supuesto poder sobrenatural que bien me sé
que no existen, sino porque lo leí en un libro; un libro escrito por alguien
que ya pasó por todo esto antes que nosotros. Pues la Escritura dice: “Nada habrá que antes no haya habido; nada se hará que antes no se haya
hecho. ¡Nada hay nuevo bajo el sol! Nunca faltará quien diga: “¡Esto sí
que es nuevo!” Pero aun eso ya ha existido antes de nosotros. Las cosas pasadas
han caído en el olvido, y en el olvido caerán las cosas futuras entre los que
vengan después.” (Eclesiastés,
1:9.11)
O entendemos la “vida” como concepto global de nuestra evolución, o nunca
vamos a entender nada. Y ya llega el reino de Dios; nada nuevo. Sólo el próximo
paso evolutivo hacia el séptimo día: la civilización postrera para nuestro
último milenio de evolución. Ahora es cuando vamos a crear nuestro mundo.
Porque “He aquí que yo hago nuevas todas
las cosas.” (Apocalipsis, 21:5) Y porque “Aquello que fue, ya es: y lo que será, ya fue; y Dios restaurará lo
pasado.” (Eclesiastés, 3:15)
“Yo soy el Señor. Este es mi nombre; y no
daré mi gloria a otro, ni mi alabanza a esculturas. Las cosas pasadas ya
llegaron, y ahora os anuncio cosas futuras; antes que sucedan os las hago
saber.” (Isaías, 42:8-9)
No hay comentarios:
Publicar un comentario