jueves, 23 de mayo de 2013

Mucho Pablo, mucho Pablo, es!, es!




Mucho Pablo, mucho Pablo, es!, es!


Ya estoy preparado para haceros mi tercera visita; y tampoco ahora os seré una carga, porque no busco vuestro dinero, sino a vosotros; pues son los padres quienes deben reunir dinero para los hijos y no los hijos para los padres. Y de buena gana gastaré todo lo que tengo, y aun a mí mismo me gastaré en bien vuestro, aunque parece que cuanto más os quiero menos me queréis vosotros.
No, yo no fui una carga para vosotros. Sin embargo, algunos dicen que os hice caer astutamente en una trampa. ¿Acaso os engañé por medio de alguna de las personas que os he enviado? A Tito le pedí que fuera a visitaros, y con él mandé al otro hermano. ¿Acaso os engañó Tito? ¿No es verdad que los dos nos hemos portado de la misma manera y con el mismo espíritu?
Tal vez penséis que nos estamos disculpando ante vosotros, pero no es así. Al contrario, estamos hablando en presencia de Dios y como quienes pertenecen a Cristo. Y todo esto, queridos hermanos, es para vuestra edificación espiritual. Porque temo que a mi llegada no os encontraré como quisiera, y que vosotros me encontraréis como no quisierais.”
(2 Corintios, 12:14-20)

Examinaos a vosotros mismos y ved si estáis firmes en la fe. Poneos a prueba. ¿No os dais cuenta de que Jesucristo está en vosotros? ¡A menos que hayáis fracasado en la prueba! Confío, sin embargo, en que reconoceréis que nosotros no hemos fracasado. Y oramos a Dios para que no hagáis nada malo; no para demostrar que nosotros hemos pasado la prueba, sino simplemente para que hagáis el bien, aunque parezca que nosotros hemos fracasado. Porque no podemos hacer nada en contra de la verdad, sino solamente a favor de la verdad.” (2 Corintios, 13:5-8)

¿Dónde está entonces la alegría que sentíais? Porque yo os doy testimonio de que si hubiese sido posible, os hubierais sacado vuestros propios ojos para dármelos. ¿Me he vuelto ahora vuestro enemigo por deciros la verdad?” (Gálatas, 4:15-16)

Antes de darse la ley estaba ya el pecado en el mundo, aunque el pecado no se toma en cuenta cuando no hay ley. Sin embargo, desde el tiempo de Adán al de Moisés reinó la muerte sobre los que pecaron, por más que el pecado de ellos no consistió en desobedecer un mandato, como en el caso de Adán, quien fue figura de aquel que había de venir.” (Romanos, 5:13-14)

La ley se añadió para que aumentase el pecado; pero cuanto más aumentó el pecado, tanto más abundó la bondad de Dios. Y así como el pecado reinó para traer muerte, así también la bondad de Dios reinó haciéndonos justos y dándonos vida eterna mediante nuestro Señor Jesucristo.” (Romanos, 5:20-21)

Tratándose, pues, de los intereses de Dios, puedo gloriarme en Jesucristo; y no me atreveré a hablar de nada que no haya obrado Cristo valiéndose de mi palabra o de mi obra, para traer a los gentiles a la fe, con la fuerza de señales y prodigios y el poder del Espíritu de Dios. De suerte que desde Jerusalén hasta la Iliria, y en todas direcciones, lo he llenado todo del Evangelio de Cristo. Sobre todo, me he impuesto el honor de predicar el Evangelio donde Cristo no había sido nombrado, para no edificar sobre fundamentos ajenos, sino según lo que está escrito: “Le verán aquellos a quienes no fue anunciado, y lo entenderán quienes de él no habían oído”.
Por lo cual me he visto impedido muchas veces de llegar hasta vosotros. Pero ahora, no teniendo ya campo de acción en estas regiones y deseando ir hacia vosotros desde hace bastantes años, espero pasar a veros de camino para España, y después de haberme llenado un poco de vosotros, remprender el viaje con vuestra ayuda.”Y sé que cuando vendré a vosotros, lo haré con la plena bendición de Cristo.
Os exhorto, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por la caridad del Espíritu, a que me ayudéis en esta lucha mediante vuestras oraciones a Dios por mí, para que me libre de los incrédulos de Judea, y que el servicio que me lleva a Jerusalén sea bien recibido de los santos, para que, llegando con gozo a vosotros por la voluntad de Dios, me recree en vuestra compañía. El Dios de la paz sea con vosotros. Amén.” (Romanos, 15:17-24 y 29-33)

Olvidémonos del término “oración” como sinónimo de plegaria, y remitámonos a la simple oración gramatical; todos sabemos lo que es un orador, ¿cierto? Pues bien, “a que me ayudéis en esta lucha mediante vuestras oraciones a Dios por mí”, es que le ayudemos a divulgar el verdadero sentido del Evangelio. En otro lugar nos recuerda igualmente: “Orad también por mí, para que Dios me dé las palabras que debo decir, y para que pueda hablar con valor y dar así a conocer el designio secreto de Dios contenido en el evangelio, del cual soy un embajador encadenado. Orad para que yo hable de él con valentía, como es mi obligación”. (Efesios, 6:19-20)

Ah! Y por cierto: ¿cuándo estuvo Pablo en España?
Y ¿cuándo se sirvió, Jesús de Nazaret, de la palabra o de la obra de Pablo para traer a los gentiles a la fe?

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