Mucho Pablo, mucho Pablo, es!, es!
“Ya estoy
preparado para haceros mi tercera visita; y tampoco ahora os seré una carga,
porque no busco vuestro dinero, sino a vosotros; pues son los padres quienes
deben reunir dinero para los hijos y no los hijos para los padres. Y
de buena gana gastaré todo lo que tengo, y aun a mí mismo me gastaré en bien
vuestro, aunque parece que cuanto más os quiero menos me queréis vosotros.
No, yo no
fui una carga para vosotros. Sin embargo, algunos dicen que os hice caer
astutamente en una trampa. ¿Acaso os engañé por medio de alguna de las
personas que os he enviado? A Tito le pedí que fuera a visitaros, y con él
mandé al otro hermano. ¿Acaso os engañó Tito? ¿No es verdad que los dos nos
hemos portado de la misma manera y con el mismo espíritu?
Tal vez
penséis que nos estamos disculpando ante vosotros, pero no es así. Al
contrario, estamos hablando en presencia de Dios y como quienes pertenecen a
Cristo. Y todo esto, queridos hermanos, es para vuestra edificación espiritual.
Porque temo que a mi llegada no os encontraré como quisiera, y que vosotros me
encontraréis como no quisierais.”
(2
Corintios, 12:14-20)
“Examinaos
a vosotros mismos y ved si estáis firmes en la fe. Poneos a prueba. ¿No os dais
cuenta de que Jesucristo está en vosotros? ¡A menos que hayáis fracasado en
la prueba! Confío, sin embargo, en que
reconoceréis que nosotros no hemos fracasado. Y
oramos a Dios para que no hagáis nada malo; no para demostrar que nosotros
hemos pasado la prueba, sino simplemente para que hagáis el bien, aunque
parezca que nosotros hemos fracasado. Porque
no podemos hacer nada en contra de la verdad, sino solamente a favor de la
verdad.” (2 Corintios, 13:5-8)
“¿Dónde
está entonces la alegría que sentíais? Porque yo os doy testimonio de que si hubiese sido posible, os hubierais
sacado vuestros propios ojos para dármelos. ¿Me he vuelto ahora vuestro
enemigo por deciros la verdad?” (Gálatas, 4:15-16)
“Antes
de darse la ley estaba ya el pecado en el mundo, aunque el pecado no se toma en
cuenta cuando no hay ley. Sin embargo, desde el
tiempo de Adán al de Moisés reinó la muerte sobre los que pecaron, por más que
el pecado de ellos no consistió en desobedecer un mandato, como en el
caso de Adán, quien fue figura de aquel que había de venir.”
(Romanos, 5:13-14)
“La ley se
añadió para que aumentase el pecado; pero cuanto más aumentó el pecado,
tanto más abundó la bondad de Dios. Y así como el pecado reinó para traer
muerte, así también la bondad de Dios reinó haciéndonos justos y dándonos vida
eterna mediante nuestro Señor Jesucristo.” (Romanos, 5:20-21)
“Tratándose,
pues, de los intereses de Dios, puedo gloriarme en Jesucristo; y no me
atreveré a hablar de nada que no haya obrado Cristo valiéndose de mi palabra o
de mi obra, para traer a los gentiles a la fe, con la fuerza de señales y
prodigios y el poder del Espíritu de Dios. De suerte que desde Jerusalén hasta
la Iliria, y en todas direcciones, lo he llenado todo del Evangelio de Cristo.
Sobre todo, me he impuesto el honor de predicar el Evangelio donde Cristo no
había sido nombrado, para no edificar sobre fundamentos ajenos, sino según
lo que está escrito: “Le verán aquellos a quienes no fue anunciado, y lo
entenderán quienes de él no habían oído”.
Por lo cual me he visto impedido muchas veces de
llegar hasta vosotros. Pero ahora, no teniendo ya campo de acción en estas
regiones y deseando ir hacia vosotros desde hace bastantes años, espero pasar a
veros de camino para España, y después de haberme llenado un poco de vosotros,
remprender el viaje con vuestra ayuda.” “Y sé que cuando vendré a vosotros, lo haré
con la plena bendición de Cristo.
Os
exhorto, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por la caridad del Espíritu, a
que me ayudéis en esta lucha mediante vuestras oraciones a Dios por mí,
para que me libre de los incrédulos de Judea, y que el servicio que me lleva a
Jerusalén sea bien recibido de los santos, para que, llegando con
gozo a vosotros por la voluntad de Dios, me recree en vuestra compañía. El
Dios de la paz sea con vosotros. Amén.” (Romanos, 15:17-24 y
29-33)
Olvidémonos del término “oración” como sinónimo de
plegaria, y remitámonos a la simple oración gramatical; todos sabemos lo que es
un orador, ¿cierto? Pues bien, “a
que me ayudéis en esta lucha mediante vuestras oraciones a Dios por mí”,
es que le ayudemos a divulgar el verdadero sentido del Evangelio. En otro lugar
nos recuerda igualmente: “Orad también
por mí, para que Dios me dé las palabras que debo decir, y para que pueda
hablar con valor y dar así a conocer el designio secreto de Dios contenido en
el evangelio, del cual soy un embajador encadenado. Orad para que yo hable de
él con valentía, como es mi obligación”. (Efesios, 6:19-20)
Ah! Y por cierto: ¿cuándo estuvo Pablo
en España?
Y ¿cuándo se sirvió, Jesús de Nazaret,
de la palabra o de la obra de Pablo para traer a los gentiles a la fe?
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