jueves, 9 de mayo de 2013

Germen: el camino de la vida.




Germen: el camino de la vida.


Cuando deducimos que el “Dios” bíblico es la humanidad, que su “Palabra” es Germen, y que el único secreto de nuestra existencia es el obsequio que nos guarda la natura para el final de nuestra evolución, pueden ocurrir cosas como esta:

“1 Al principio, existía el Germen y el Germen estaba en la humanidad, y el Germen era la humanidad. 2 Estaba en la humanidad al principio. 3 Todas las cosas han venido a la existencia por medio de él, y ni una sola de las que han venido a la existencia no lo ha hecho sin él. 4 En él está la vida, y la vida era la luz de los hombres; 5 y la luz brilla entre las tinieblas, sin que las tinieblas la hayan podido alcanzar nunca”.
“6 Apareció un hombre enviado de Dios (llegado por evolución), que se llamaba Juan. 7 Este vino como testigo a testimoniar de la Luz para que todos creyesen por él. 8 Él no era la Luz, sino que debía  dar  testimonio de la Luz. 9 Existía, sin embargo, aquella Luz verdadera que, viniendo al mundo, ilumina a todo hombre. 10 Estaba presente en el mundo, y por medio de él el mundo vino  a la existencia, pero el mundo no le conoció. 11 Vino a su casa, pero los suyos no le recibieron. 12 Pero a todos los que le acogieron dio poder de ser hijos de la humanidad (último Adán), los que creen en su nombre, 13 él que ha nacido, no de la sangre, ni del querer carnal, ni del querer de hombre, sino de la propia evolución de la humanidad”.
“14 Y el Germen se hizo hombre y vivió entre nosotros, y contemplamos su gloria, gloria que  tiene del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.  15 Juan da testimonio de él y clama: «Este es aquel de quien dije: el que viene  detrás  de mí me ha pasado delante, porque era primero que yo». 16 Cierto, de su plenitud, todos hemos recibido, y gracia por gracia; 17 porque  la Ley  fue dada por Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. 18 “Dios”, nadie lo ha visto nunca; el Unigénito, que se encuentra en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer”.

Dice: “Estaba presente en el mundo, y por medio de él el mundo vino  a la existencia, pero el mundo no le conoció.” No es la gallina; era el ser humano: El hombre primero ignorando su propia “divinidad”. Un primer hombre que, incapaz de entender que él mismo acabaría siendo el único padre y creador de “Cristo”, no supo ni reconocerse en las Escrituras. Tanto magnificar al “Dios” bíblico, ¿cómo iba a suponer que se trataba de un dios tonto? Pero llegó el segundo hombre que, no de buen recibo para “los sabios del mundo”, dio poder a quienes supieron acogerle para que ya se considerasen “hijos de la humanidad”, (hombre segundo), no por voluntad de sus progenitores, ni del querer del primer hombre, sino por disposición de la natura en su proceso evolutivo.
Y la semilla se convirtió en renuevo. Ese germen, dios primero condenado a morir, el primer Adán, animal racional, se convirtió en el último Adán, cerebro con patas: el “Cordero de Dios”. Un nuevo hombre que ya entiende que debe seguir muriendo hasta que la natura haya transformado su cuerpo para la eternidad, que todo lo carnal es perecedero y que no hay vida después de la muerte. Hombre que “vence a la muerte” venciendo a la religión; pues el erróneo concepto de “vida eterna” interpretado por el primer hombre, acababa en muerte. Os repito hoy, que nadie tiene ningún poder sobre la muerte; ni siquiera la vida. La vida tiene poder sobre la vida, y de la vida puede emanar más vida; así lo venimos viendo desde el principio, y esto es lo que hay. Nadie puede vencer a la muerte, pero sí que la vida nos ofrece un camino alternativo, el camino de la genética, vía descendencia, o el gran misterio de la reencarnación y del bautismo; como también del matrimonio, etc. etc. Pues todos los grandes misterios en que se escuda la religión, pueden quedar perfectamente resueltos por este camino: El camino de la vida.
Tal es mi empeño.

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