El reino de Dios. (II)
De
los truenos:
“Vosotros no debéis tener por conspiración nada de lo que
este pueblo tiene por conspiración; no
debéis temer ni temblar ante lo que él teme. Es a vosotros a quienes ellos
deben temer y reconocer como soberanos. Pues habéis sido llamados para organizar
la última etapa de la evolución humana. Vosotros no tenéis que mejorar la democracia, sino
derogar la política para establecer un nuevo orden mundial. No debéis regular
el capitalismo, sino abolir la moneda. No debéis respetar las religiones, sino
proclamar que Dios es la humanidad y Cristo el hijo de nuestra evolución, y que
aquí se acabaron todos los misterios. Pues no existe más reencarnación que la
que nos proporciona la naturaleza mediante la continuidad genética, y vosotros
sois el pueblo que la natura se ha reservado para llevar a cabo los
designios del hombre, escondidos desde siempre
en sí mismo.
Y el futuro de la humanidad consiste en esto: Establecer el reino
del hombre en el mundo. Una sociedad perfecta para individuos perfectos. Una
sociedad sin política, sin moneda y sin
religiones. Una sociedad donde el trabajo se considere el tributo del ciudadano
al sistema, y a cambio de él tenga cubiertas todas sus necesidades básicas:
vivienda, sustentación alimenticia y logística, asistencia sanitaria, centros
educativos y transporte público. Una
nueva humanidad con dos metas concretas: respetar y preservar el medio
ambiente, y culminar la germinación del
hombre a lo largo de nuestro último milenio de evolución. Y en prevención contra
los vividores, una norma única: quien no quiera trabajar, que no coma. O dicho
de otra manera: a todos los que estaban
acostumbrados a vivir del cuento, fuera
cual fuese el cuento del que vivían, se les ha acabado el cuento.”
(Los 7 truenos del Apocalipsis: Epílogo.)
Dice Pablo: “Estando
aún entre vosotros os dimos esta regla: quien no quiera trabajar, que tampoco
coma. Pero hemos sabido que algunos de vosotros viven sin trabajar, muy
ocupados en no hacer nada. A estos mandamos y
encargamos, por la autoridad del Señor Jesucristo, que trabajen tranquilamente
para ganarse la vida.” (2 Tesalonicenses, 3:10-12)
“El que
robaba, deje de robar y póngase a trabajar, realizando un buen trabajo con
sus manos para que tenga algo que compartir con los necesitados.” (Efesios,
4:28)
“Procurad
vivir tranquilos y ocupados en vuestros propios asuntos, trabajando con
vuestras manos como os hemos encargado, para que os respeten los de fuera y
no tengáis que depender de nadie.”
(1 Tesalonicenses, 4:11-12)
Norma número uno: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”. En
el reino de Dios va a trabajar todo quisque en empleos productivos; lo único
que habrá que procurar es que haya de todo para todos y que a nadie le falte de
nada. “Por tanto, no andéis afligidos
buscando qué comer y qué beber. Porque todas esas
cosas preocupan a la gente del mundo, pero vosotros tenéis un Padre que ya sabe
que las necesitáis. Buscad el reino de Dios y esas
cosas se os darán por añadidura.” (Lucas,
12:29-31)
¿Vamos cogiendo el hilo?
Norma número dos: Democracia directa; porque: “Pronto
encuentran remedio para la herida de mi
pueblo. Le dicen: "Todo va bien, todo va
bien", ¡cuando nada va bien! Su comportamiento es detestable y han tenido
que avergonzarse, ellos que no se avergüenzan de nada y desconocen el rubor.
Pues bien, caerán igual que los demás, tropezarán a la hora del castigo. Lo
dice el Señor.” (Jeremías,
8:11-12)
“¿Acaso no sabéis que el pueblo
santo ha de juzgar al mundo? Y si habéis de juzgar al mundo, ¿cómo no sois
capaces de juzgar estos asuntos tan pequeños? ¿No sabéis que incluso a los
ángeles habremos de juzgar? ¡Pues con mayor razón los asuntos de esta vida!”
(1 Corintios, 6:2-3)
Norma
número tres. Puede que resulte difícil de asimilar que justamente en “el reino
de Dios” no hayan religiones, pero es así como está escrito: “Pondré mi ley
en su corazón y la escribiré en su mente. Yo seré su Dios y ellos serán mi
pueblo. Yo, el Señor, lo afirmo. Ya no será necesario que se instruyan unos
a otros para conocerme, porque todos me conocerán, desde el más grande
hasta el más pequeño”. (Jeremías, 31:33-34) Y en Apocalipsis, 21:22: “No vi ningún santuario en la ciudad,
porque el Señor Dios todopoderoso y el Cordero son su santuario.”
“Te damos gracias, Señor, Dios todopoderoso, tú
que eres y que eras, porque has tomado tu gran poder y has comenzado a reinar.
Las naciones se han enfurecido; pero ha llegado el día de tu ira, el momento de
juzgar a los muertos y de recompensar a tus siervos los profetas, a tu
pueblo santo y a los que honran tu nombre, sean grandes o pequeños; y destruir
a los que destruyen la tierra.” (Apocalipsis, 11:17-18)
Me encanta lo de juzgar a los “muertos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario