miércoles, 19 de junio de 2013

El reino de Dios. (II)

El reino de Dios. (II)


De los truenos:
“Vosotros no debéis tener por conspiración nada de lo que este  pueblo tiene por conspiración; no debéis temer ni temblar ante lo que él teme. Es a vosotros a quienes ellos deben temer y reconocer como soberanos. Pues habéis sido llamados para organizar la última etapa de la evolución humana. Vosotros no  tenéis que mejorar la democracia, sino derogar la política para establecer un nuevo orden mundial. No debéis regular el capitalismo, sino abolir la moneda. No debéis respetar las religiones, sino proclamar que Dios es la humanidad y Cristo el hijo de nuestra evolución, y que aquí se acabaron todos los misterios. Pues no existe más reencarnación que la que nos proporciona la naturaleza mediante la continuidad genética, y vosotros sois el pueblo que  la natura  se ha reservado para llevar a cabo los designios del hombre, escondidos desde siempre  en sí mismo.
Y el futuro de la humanidad consiste en esto: Establecer el reino del hombre en el mundo. Una sociedad perfecta para individuos perfectos. Una sociedad sin  política, sin moneda y sin religiones. Una sociedad donde el trabajo se considere el tributo del ciudadano al sistema, y a cambio de él tenga cubiertas todas sus necesidades básicas: vivienda, sustentación alimenticia y logística, asistencia sanitaria, centros educativos y  transporte público. Una nueva humanidad con dos metas concretas: respetar y preservar el medio ambiente, y culminar la  germinación del hombre a lo largo de nuestro último milenio de evolución. Y en prevención contra los vividores, una norma única: quien no quiera trabajar, que no coma. O dicho de otra manera: a todos los que  estaban acostumbrados a vivir  del cuento, fuera cual fuese el cuento del que vivían, se les ha acabado el cuento.”

(Los 7 truenos del Apocalipsis: Epílogo.)


Dice Pablo: “Estando aún entre vosotros os dimos esta regla: quien no quiera trabajar, que tampoco coma. Pero hemos sabido que algunos de vosotros viven sin trabajar, muy ocupados en no hacer nada. A estos mandamos y encargamos, por la autoridad del Señor Jesucristo, que trabajen tranquilamente para ganarse la vida.” (2 Tesalonicenses, 3:10-12)
El que robaba, deje de robar y póngase a trabajar, realizando un buen trabajo con sus manos para que tenga algo que compartir con los necesitados.” (Efesios, 4:28)
Procurad vivir tranquilos y ocupados en vuestros propios asuntos, trabajando con vuestras manos como os hemos encargado, para que os respeten los de fuera y no tengáis que depender de nadie. (1 Tesalonicenses, 4:11-12)

Norma número uno: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”. En el reino de Dios va a trabajar todo quisque en empleos productivos; lo único que habrá que procurar es que haya de todo para todos y que a nadie le falte de nada. “Por tanto, no andéis afligidos buscando qué comer y qué beber. Porque todas esas cosas preocupan a la gente del mundo, pero vosotros tenéis un Padre que ya sabe que las necesitáis. Buscad el reino de Dios y esas cosas se os darán por añadidura.  (Lucas, 12:29-31)
¿Vamos cogiendo el hilo?

Norma número dos: Democracia directa; porque: “Pronto encuentran  remedio para  la  herida  de mi  pueblo.  Le  dicen: "Todo va bien, todo va bien", ¡cuando nada va bien! Su comportamiento es detestable y han tenido que avergonzarse, ellos que no se avergüenzan de nada y desconocen el rubor. Pues bien, caerán igual que los demás, tropezarán a la hora del castigo. Lo dice el Señor.” (Jeremías, 8:11-12)
¿Acaso no sabéis que el pueblo santo ha de juzgar al mundo? Y si habéis de juzgar al mundo, ¿cómo no sois capaces de juzgar estos asuntos tan pequeños? ¿No sabéis que incluso a los ángeles habremos de juzgar? ¡Pues con mayor razón los asuntos de esta vida!” (1 Corintios, 6:2-3)

Norma número tres. Puede que resulte difícil de asimilar que justamente en “el reino de Dios” no hayan religiones, pero es así como está escrito: “Pondré mi ley en su corazón y la escribiré en su mente. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Yo, el Señor, lo afirmo. Ya no será necesario que se instruyan unos a otros para conocerme, porque todos me conocerán, desde el más grande hasta el más pequeño”. (Jeremías, 31:33-34) Y en Apocalipsis, 21:22: “No vi ningún santuario en la ciudad, porque el Señor Dios todopoderoso y el Cordero son su santuario.

Te damos gracias, Señor, Dios todopoderoso, tú que eres y que eras, porque has tomado tu gran poder y has comenzado a reinar. Las naciones se han enfurecido; pero ha llegado el día de tu ira, el momento de juzgar a los muertos y de recompensar a tus siervos los profetas, a tu pueblo santo y a los que honran tu nombre, sean grandes o pequeños; y destruir a los que destruyen la tierra.” (Apocalipsis, 11:17-18)

Me encanta lo de juzgar a los “muertos”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario