lunes, 17 de junio de 2013

El reino de Dios. ( I )



El reino de Dios. ( I )


Necesitamos este planeta otros mil años para finalizar nuestra evolución; y vamos mal. Vamos fatal, descendiendo por la pendiente del “aún peor” y virando peligrosamente a la derecha hacia “lo que faltaba”. O espabilamos, o esto va a ser un fracaso.
Somos Europa; somos occidente. Desde siempre hemos sido el hervidero cultural del mundo y la civilización privilegiada del planeta. Capaces de poner en órbita satélites de telecomunicaciones, de enviar sondas espaciales, y de realizar todo lo imaginable por inimaginable que hubiese parecido antaño. Investigadores incansables de la naturaleza y superadores de escollos en el terreno de la ciencia y la medicina, vencedores de enfermedades y epidemias, y conocedores de los principios que rigen el universo; corredores de fondo y de salto de obstáculos, y seguimos avanzando. ¿Vamos a ser ahora incapaces de organizar una civilización a la altura de nuestra tecnología y nuestra ciencia? Lo único que está por encima de nuestras posibilidades es seguir manteniendo, por mucho más tiempo, este sistema. La única utopía real para el occidente del siglo XXI, es presuponer un futuro donde siga vigente el sistema actual; ésa es la auténtica utopía, que nadie se engañe.
Debemos seguir creciendo sin la imperiosa necesidad imperante de tener que encontrarle una rentabilidad a nuestro crecimiento; entre otras cosas porque ya es inviable. Si debo elegir entre la vida o el sistema, optaré por la vida; si he de elegir entre comer o pagar impuestos, seguiré comiendo; si tengo que elegir entre mi descendencia o amoldarme a las circunstancias del momento actual, le van a dar tanta morcilla a todas las circunstancias que envuelven al momento actual que aquí me tenéis, planteando la necesidad de cambiar el mundo por una simple cuestión de supervivencia; pues no me resigno a morir dejando a mi linaje una cultura nefasta por herencia.  No le debemos nada al sistema; es el sistema quien se debe a nosotros. Porque, aunque no lo parezca, es nuestro sistema, y, como que es nuestro, podemos hacer con él lo que nos plazca; incluso deshacerlo. ¿Que está montado así? Pues se desmonta. ¿O vamos a ser eternamente esclavos de las obras creadas por nuestras propias manos? Que ya no somos tan tontos: que el primer Adán está agonizando; al menos en occidente.
Ya llega “el reino de Dios”, la última civilización de la humanidad: una sociedad sin moneda, sin política y sin religión; la única vía de escape. Porque este sistema se sostiene sobre tres pilares fundamentales que han resultado ser de barro y se están resquebrajando; dos de ellos tuvieron que acabar apuntalándose sobre un tercero que ya no puede con  todo, ni por todos. Una sociedad necesita valores; y los valores de la religión ya no se los cree nadie. Una sociedad requiere un buen sistema de gobierno; y ni la dictadura gusta, ni la democracia representativa convence ya a nadie. Soportamos unos valores y gobiernos que ya no seducen al pueblo; creencias y pseudodemocracias que, a siglo XXI, sólo se representan a sí mismas. Estados y religiones han tenido que ampararse bajo el velo de la economía; pues sólo por el poder del dinero pueden seguir ejerciendo el poder, tanto unos como otros. La propia religión ha acabado renegando de su Dios para doblegar las rodillas ante el becerro de oro.
Y este era el último escollo a batir, pues hemos podido desentendernos de la política y la religión, aún inmersos en la sociedad, pero para poder prescindir de la moneda habrá que cambiar el sistema; no hay otra. Pues ya no se trata de un factor que pueda resolverse por iniciativa del individuo, ni siquiera de una ciudad, una comunidad o una nación; el reino de Dios deberá establecerse para un tercio de la población del mundo. Y no porque me apetezca anunciarlo así, ni porque sea visionario, que ya sabéis que no lo soy, sino porque al llegar a este punto de la evolución siempre se ha resuelto de esta misma manera; y ya sabéis por qué lo sé.
¿Que podría estar equivocado? Por supuesto. ¿Que la abolición de la moneda es una utopía imposible? Quizás. ¿Que lo único que se oculta tras mis palabras es una conspiración juedomasónica, ultra-neo-comunista, anárquico-libertaria, antidemocrática, proetarra y últimamente incluso endemoniada? Sinceramente, ya hace mucho que todas estas etiquetas las clavé en la cruz; todo lo viejo ya está muerto para mí, como debería empezar a estarlo para todos, y como sé que ya lo está para muchos. ¿O no es cierto que cuando no asistís a los comicios, es porque la democracia representativa ya está muerta para vosotros? O quienes tenéis hijos y no los “bautizasteis”, ¿no fue porque también para vosotros la religión ya estaba muerta?
Aún así estoy dispuesto a lanzar un reto para los más osados: Admitiré que estoy equivocado cuando vea que alguien ha sido capaz de hacer pasar un camello por el ojo de una aguja. ¿Que todos ya sabemos que eso es imposible? Pues a mentalizarse de que la abolición de la moneda va a ser posible. Porque ya llega el reino de Dios, y sólo existe una única explicación para entender que allí no habrá ricos. Y será así por la voluntad de Dios; de todo dios. Porque el “Dios” bíblico es la humanidad, y humanidad es el pueblo. Luego “el reino de Dios” será gobernado por el pueblo; empezará con una democracia directa, y acabará demoliendo la locura del mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario