¿Habrá llegado
ya el gran mediodía?
Que cuando te mueras tengas un cielo a
donde ir, o no, depende de una sola cosa; y ninguna religión ha sabido dar con
ella.
El gran misterio de la vida, de la vida
es, y a la natura pertenece. No existe nada sobrenatural; sólo el no saber. Lo
de la religión ya no es creer en lo que no vemos, sino también en lo que no
sabemos. Y si creemos en lo que ni vemos ni sabemos, y encima ni entendemos lo
que leemos: ¿qué, cómo y por qué creemos?
Y a todo esto se le ha llamado “fe”, por
no querer creer en el ser humano, único dios posible, ni en el futuro de la
humanidad, único más allá factible. Porque si deducimos que “Cristo” es el
hombre futuro, último eslabón de nuestra cadena evolutiva, el único padre y
creador de ese hombre habrá sido la propia humanidad. Por cuanto si “Cristo” es
hijo de “Dios”, siendo “el Hijo del hombre”, ya sólo cabe que el hombre sea
dios. Un dios condenado a desaparecer; un dios condenado a morir. Ese dios que
sólo habrá sido el germen de “Cristo”, para que el hijo pudiera llegar a ser.
Como dice Pablo: “Cuando se siembra, la
semilla tiene que morir para que tome vida la planta. Lo que se siembra no es la planta que ha de brotar, sino un simple
grano, sea de trigo o de otra cosa. Después Dios le da la forma que quiere, y a
cada semilla le da el cuerpo que le corresponde”. (1 Corintios, 15:36-38)
Y nosotros seguimos creciendo mientras
el Cristo se va formando. Evolución hemos querido llamarle a nuestro estado
embrionario. Pero la única misión que hemos recibido de la natura es ésta:
aportar nuestro ADN a Cristo, el hombre perfecto; así es como todos estaremos
en él. Cada vez menos humanos y más “divinos”; menos animales y más
“espirituales”; menos mamíferos y más lo que tengamos que acabar siendo. Y así
como la semilla muere para que la planta tome vida, así debe morir el viejo
dios para que tome vida el Hijo.
Como decía Zarathustra: “¡Los dioses han
muerto, y ahora queremos que viva el Superhombre. Sea ésta alguna vez, llegado
el gran mediodía, nuestra última voluntad!”
¿Habrá llegado ya el gran mediodía?
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