miércoles, 17 de abril de 2013

De ateísmo a pos-ateísmo y tiro porque venimos de lo mismo.



De ateísmo  a  pos-ateísmo…
y tiro porque venimos de lo mismo.


Ateos de mi esperanza, ¿qué habría sido de Pablo sin “gentiles”? Y ¿qué futuro le esperaría a la humanidad sin ateos? Entre el primer hombre y el segundo, tenía que haber un paso intermedio. Entre la serpiente y el águila, Zarathustra lucía a su león; así como también, y por poco tiempo, entre Moisés y Jesús anduvo Juan el Bautista. Decía el nazareno “Porque vino Juan el Bautista, que ni come pan ni bebe vino, y decís que tiene un demonio”. (Lucas, 7:33) Más tarde Pablo les replicaría: “Cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga”. (1 Corintios, 11:26) Curiosamente, “hasta que venga”, no hasta que “vuelva”; pues bien sabía Pablo que seguimos esperando la primera venida de “Cristo”, ya que Jesús de Nazaret tan sólo es un personaje de ficción literaria.
Y vosotros sois el león, como bien contempla el Apocalipsis cuando dice: “He aquí el león de la tribu de Judá, la Raíz de David, que ha vencido para abrir el libro, y desatar sus siete sellos” (Apocalipsis, 5:5), pues sólo con ojos ateos es cuando empieza a asomarse el designio secreto de Dios escondido en las Escrituras. Porque también el oráculo nos recuerda: “Cesad, y conoced que yo soy Dios: me ensalzaré en los gentiles, me ensalzaré en la tierra” (Salmos, 46:10), y vosotros sois esos “gentiles”. Difícil labor la de evangelizar ateos; cierto. Pero el paso hacia el pos-ateísmo sólo puede producirse desde un único lugar, y es exactamente donde os encontráis ahora.
Pos-ateísmo, prefiero llamarle, antes de que a nadie se le ocurra mencionar el neo-cristianismo. Pues tanto han mancillado hasta las palabras más nobles que la propia náusea nos catapulta hacia las antípodas de la nomenclatura. No en vano estaba escrito: “Por vuestra culpa el nombre de Dios es odiado entre los gentiles”. (Romanos, 2:24)
Ateos: un paso al frente. Subid este peldaño. Sabemos que históricamente las religiones sólo han servido para traer calamidades, provocar guerras, destruir vidas y engañar incautos, en nombre de la falsa idea de “Dios” que sólo alcanzó a perfilar el primer hombre; pero no imputéis a las Escrituras. Ellas se han limitado a permanecer a nuestro lado y acompañarnos en la evolución, para que cuando llegase este momento nadie pudiera darse por desentendido.  Después de todo ya decían: “Me dejé buscar por quienes no preguntaban por mí; me dejé encontrar por quienes no me buscaban. A gente que no invocaba mi nombre les dije: ¡Aquí me tenéis! ¡Aquí me tenéis!”. (Isaías, 65:1) Y en Oseas 1:10: “Y sucederá que en el lugar donde se les ha dicho: Vosotros no sois mi pueblo, les será dicho: Sois hijos del Dios viviente.” Y también Pablo nos recuerda que: “Y de esta manera me prediqué este Evangelio, no donde antes el Cristo fuese nombrado, por no edificar sobre fundamento ajeno; sino, como está escrito: A los que no fue anunciado de él, verán; y los que no oyeron, entenderán.” (Romanos, 15:20-21)
Ateos: subidme este peldaño recordando a Zarathustra: “Y esto es lo que para mí significa conocimiento -decía-: que todo lo profundo debe ascender hasta mi altura”.

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