sábado, 6 de julio de 2013

Pecadores.



Pecadores.


Os hablo a nivel conceptual:
Mientras sigamos encasillando a Cristo en el rol de hijo de Dios, jamás lo podremos entender como Hijo del hombre. Es necesario prescindir del concepto místico de Cristo para comprender al Cristo humano; es necesario clavar en la cruz al hijo de Dios para que pueda resurgir el Hijo del hombre. Y mientras no seamos capaces que crucificar al Cristo de la religión, seguiremos condenando al verdadero Cristo humano a estarle sometido, cuando no era ésta la grandeza que de él nos hablaba el Evangelio. Pues, ¿puede alguien resucitar sin haber muerto primero? ¿O acaso dice el Evangelio que resucitó antes de ser crucificado?
Para que alguien pueda resucitar, es necesaria una muerte previa. Y para que Cristo pueda resurgir como el Hijo del hombre, es necesario que primero muera como hijo de Dios. De ahí el empeño de Zarathustra en anunciar la muerte de Dios para favorecer el resurgimiento del Superhombre. Y como dice Pablo: Para que un testamento entre en vigor, tiene que comprobarse primero la muerte de la persona que lo otorgó. Pues un testamento no tiene valor mientras vive el que lo otorga, sino solo después de su muerte.” (Hebreos, 9:16-17) De lo que se desprende que mientras el judaísmo y el cristianismo sigan vivos, tanto el antiguo como el nuevo testamento no tienen ningún valor; pues el valor de las Escrituras comienza a la muerte de la creencia. De ahí mi particular obsesión en querer evangelizar ateos, para quienes las creencias ya están muertas.
Pablo seguía diciendo: “Por eso, también el primer pacto se estableció con derramamiento de sangre. Moisés anunció todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo; después tomó lana roja y una rama de hisopo, las mojó en la sangre de los becerros y los chivos mezclada con agua, y roció el libro de la ley y a todo el pueblo. Entonces les dijo: “Esta es la sangre que confirma el pacto ordenado por Dios para vosotros.” Moisés roció también con sangre el santuario y todos los objetos reservados para el culto. Según la ley, casi todo tiene que ser purificado con sangre, y no hay perdón de pecados si no hay derramamiento de sangre. De manera que tales sacrificios eran necesarios para purificar las cosas que son copia de lo celestial; pero las cosas propiamente celestiales necesitan mejores sacrificios que aquellos.” (Hebreos, 9:18-23)
No sé si mejores, pero al menos más reales. Vayamos por partes: Veníamos de “Pues un testamento no tiene valor mientras vive el que lo otorga, sino solo después de su muerte.”, y seguía “Por eso, también el primer pacto se estableció con derramamiento de sangre.”, es decir: con muerte, “y roció el libro de la ley y a todo el pueblo. Entonces les dijo: “Esta es la sangre que confirma el pacto ordenado por Dios para vosotros. Es decir: Muerte al libro de la ley y a todo el pueblo de Dios. Y que nadie se sorprenda, porque precisamente en esto consistiría la “muerte de los primogénitos”: la muerte de quienes se consideraban hijos de aquella primera versión de un Dios que no puede salvar; un Dios que se rebeló contra la natura, prometiendo asimismo una eternidad de ultratumba, prescindiendo del camino de la vida. Por eso “roció también con sangre el santuario y todos los objetos reservados para el culto.” Muerte al santuario y a todos los objetos reservados para el culto, porque “no hay perdón de pecados si no hay derramamiento de sangre.”, no hay perdón de pecados si no hay una muerte previa: la muerte de unas creencias que siempre han sido el pecado del mundo.
Por eso Pablo ya nos advertía en Corintios: “y si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no sirve de nada: todavía seguís en vuestros pecados. En este caso también están perdidos los que murieron creyendo en Cristo.” (Corintios, 15:17-18) Y Cristo aún no ha podido resucitar para quienes todavía siguen en sus pecados y le mantienen vivo por esa fe, que no sirve de nada, pero que impide que Cristo muera como hijo de Dios para resurgir como Hijo del hombre.
¿Vamos cogiendo el hilo?
Bíblicamente hablando, pues, “pecadores” son los creyentes, ya que las creencias son el pecado del mundo. Y ya va siendo hora de que, emulando a Moisés, empiecen a rociar también con sangre a ese Cristo que les ha estado vendiendo su religión, para que así puedan renacer al verdadero Cristo Bíblico.
Pablo continuaba su carta a los Corintios diciendo: “Si nuestra esperanza en Cristo solamente se refiere a esta vida, somos los más desdichados de todos los seres humanos.” (Corintios, 15:19) Lo cual no significa que exista otra vida, sino que el camino hacia la vida eterna no sólo depende del tiempo y la conducta de una simple vida humana, que también, sino de toda la cadena de vidas humanas implícitas en una evolución de siete mil años, donde la única ley que rige, por naturaleza, es la de no romper esa cadena. Luego la conducta correcta en base a tal realidad, y que ellos nunca supieron advertir, era la de engendrar; ser padres; ser creadores. No cumplir esta ley era el único pecado que conducía a la muerte.
¿Pilláis?

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